El presente de las ciudades está íntimamente vinculado con el de sus universidades. Hoy en día, las ciudades son inteligentes, en términos de cantidad, por el desarrollo y la innovación tecnológica que son capaces de aplicar (smart cities). Lo son, desde la perspectiva de la calidad, por la ciencia y el conocimiento que logran generar (smarter cities). Y lo llegan a ser, desde la cualidad, por el grado de desarrollo humano que alcanzan las personas que las habitan (socially smart cities) ¿Cómo pueden colaborar las universidades en la consecución de una ciudad socialmente inteligente?
Las universidades, a través de sus profesores y personal de servicios, departamentos y facultades, proyecto educativo, modelo de enseñanza-aprendizaje, con la incorporación sensata de las tecnologías de la información y comunicación, establecen un diálogo con las personas que habitan dicha ciudad. Desde la mutua confianza, colaboran en la certidumbre de que una formación a lo largo de la vida les permitirá encarar mejor su proyecto de vida, itinerario profesional y compromiso ciudadano.
La educación empodera a los ciudadanos, dotándolos de valores, competencias y conocimientos, favoreciendo una mayor autonomía personal y mayor capacidad para participar en el desarrollo de la ciudad que habitan. Se potencian las inteligencias múltiples de las personas y de sus ciudades.
La creciente internacionalización de las universidades, efecto de un mundo continuo y globalizado, se convierte en una oportunidad de enriquecer la vida urbana con personas talentosas procedentes de otros rincones del planeta. Ciudadanos del mundo que, sintiéndose acogidos con hospitalidad, nos harán conocidos en sus lugares de origen o pasarán a fijar su proyecto de vida entre nosotros.
La educación de nuestros conciudadanos es el reto prioritario de toda urbe que desee alcanzar la categoría de ciudad socialmente inteligente. Requiere inversión en todos y cada uno de los ciudadanos, en el objetivo de que alcancen su pleno desarrollo y dignidad, convirtiéndose así en contribuyentes netos de inteligencias a su comunidad. Requiere inversión en plataformas educativas que, como las universidades, sean capaces de sacar lo mejor de cada ciudadano. Implica facilitar su empleabilidad y, con ella, las condiciones materiales básicas para el desarrollo de su proyecto de vida. Supone un acompañamiento personalizado, posibilitando itinerarios formativos que les eleven a su máxima potencia, hasta lograr que activen una iniciativa de emprendimiento social o empresarial, o que formen parte corresponsable del proyecto promovido por otros.
Las ciudades son socialmente inteligentes por el grado de desarrollo humano que alcanzan las personas que las habitan.
Las universidades, a través de sus investigadores y personal técnico de apoyo, equipos y centros, modelo de generación de conocimiento, plan de investigación-desarrollo-transferencia, establecen puntos de encuentro con instituciones, empresas, entidades sociales y ciudadanía, en la búsqueda colaborativa de respuestas a los retos de la ciudad que habitan. Se trata de establecer dicha búsqueda en aulas, laboratorios, bibliotecas, despachos, congresos,… pero también en fábricas, locales de asociaciones, instituciones, calle, medios, redes sociales, hogares,…
La generación del conocimiento, la investigación activa o la difusión del conocimiento empodera las personas y las organizaciones, haciendo socialmente más inteligentes las ciudades en las que radican. La aproximación disciplinar, interdisciplinar e intersectorial a los retos planteados enriquece, diversifica y amplía las respuestas, las alternativas a las cuestiones complejas que afectan a las ciudades: envejecimiento, inmigración, desigualdad, desempleo, periferias urbanas, desarrollo económico, pobreza, interculturalidad, conectividad, movilidad, gobernanza, déficit, vivienda, igualdad de géneros, plurilingüismo, salud pública, medio ambiente, etc.
La globalización del mundo implica la necesaria internacionalización del conocimiento para abordarla con éxito: el aprendizaje de otros y de su buen hacer, la atracción de talento capaz de dar respuesta a problemas resistentes, el trabajo en red colaborativa, etc.
La inversión en generación de conocimiento es fundamental para asentar las bases de una ciudad socialmente inteligente. Conlleva formar jóvenes investigadores para que se conviertan en expertos reconocidos y atraer otros, consagrados, que puedan facilitarnos el camino a la excelencia. Implica acogerlos en equipos y centros dotados de recursos suficientes para hacer frente a los retos planteados.
Las ciudades son socialmente inteligentes por la ciencia y el conocimiento que logran generar, y por el desarrollo y la innovación que son capaces de aplicar en su realidad.
Las universidades deben estar a la altura del reto que se les exige y ser evaluadas desde parámetros contrastados internacionalmente de calidad docente, empleabilidad, excelencia investigadora y transferencia. Pero, de igual manera, deben ser respaldadas por medio de: centros de prácticas, fondos de becas, contrataciones, financiación de programas, proyectos e iniciativas conjuntas, presencia de profesionales en el aula, patrocinio de cátedras y laboratorios, contratos programa,…
Las universidades inteligentes en ciudades socialmente inteligentes (UniverCities) priorizan su vocación de servicio a la sociedad, en el objetivo de alcanzar la excelencia de la docencia y la investigación, y de compromiso con los retos planteados, en el logro de una mayor incidencia social a través de la empleabilidad de los estudiantes egresados, la formación continua de profesionales, la transferencia del conocimiento y la promoción de la justicia en colaboración con entidades sociales, empresas, instituciones y ciudadanía.
Publicado en el El Correo. 6-7-2015.