La Asamblea General de Naciones Unidas, “reconociendo la importancia de los servicios urbanos básicos como base para el desarrollo social y económico general”, aprobó el 27 de diciembre de 2013 una resolución que designaba el 31 de octubre como el Día Mundial de las Ciudades.
Este año, la ONU eligió para dicha conmemoración el tema Valorar nuestras comunidades y ciudades. En su presentación, destacó cómo la pandemia ha llamado la atención del mundo sobre la urgente necesidad de priorizar la planificación urbana sostenible y el desarrollo de nuestras ciudades y pueblos, que se han convertido en epicentros de la propagación de enfermedades, especialmente en asentamientos informales y no planificados. «Tenemos que reconocer que las comunidades deben ocupar un espacio central en el diseño de sus propias soluciones a largo plazo y tenemos que escucharlas, ya que su experiencia sobre el terreno nos ayudará a fomentar la capacidad de recuperación y la equidad en el futuro», indicó Mohd Sharif, Directora de ONU Hábitat.
Hoy, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas y esta cifra probablemente se acercará a los tres cuartos en 2050, si bien, en regiones como Latinoamérica y extensas zonas de Europa ya se han alcanzado dichos porcentajes en la actualidad.
Como resultado de esta acelerada evolución, las ciudades se han convertido en epicentro de los grandes retos de la humanidad. Los problemas vinculados con la contaminación y el cambio climático encuentran fundamento en los modelos de movilidad y transporte adoptados, así como en la sobreexplotación en el uso y consumo de espacios, recursos y energía. La necesidad de generar un modelo de desarrollo económico y empleo que sean fuente de autoestima, autonomía personal y bienestar, planea sobre las ciudades. Las contradicciones y desajustes del modelo económico global han provocado crecientes desigualdades que se concentran, sobre todo, en las periferias urbanas, donde habita un tercio de la población urbana en asentamientos informales y suburbios. El fomento de la creatividad y el acceso a la cultura y la educación tampoco han salido bien paradas en la gobernanza de las ciudades. Los retos mencionados requieren un desarrollo humano sostenible -medioambiental, económico, social y cultural- que implica promover un desarrollo urbano sostenible integral.
La Nueva Agenda Urbana aprobada en la Conferencia Internacional Hábitat III, en otoño de 2016, en la ciudad de Quito, supuso el primero de una larga serie de pasos que habrá que ir dando en dicha dirección. En el breve documento de veinticuatro páginas se recogen una visión compartida en torno al desarrollo urbano sostenible, una llamada a la acción coordinada de instituciones, empresas, entidades sociales y ciudadanía, y una propuesta de implementación soportada en el diseño, gobernanza, planificación y gestión de las ciudades.
Ha pasado casi un lustro y aspectos muy importantes siguen sin respuesta. La necesidad perentoria de una gobernanza del mundo eficiente y eficaz, a partir del empoderamiento de los organismos internacionales frente a un peligroso deslizamiento a la unilateralidad y el narcisismo de algunos estados. Las medidas propuestas no son vinculantes para los estados y generan incertidumbre. El imprescindible papel a desempeñar regiones, ciudades y municipios exige un modelo de gobernanza multinivel suficiente y adecuado. Una agenda de estas características necesita de una sincera implicación del tejido empresarial en el cumplimiento de los objetivos y medidas planteadas. Las entidades sociales sin ánimo de lucro deben encontrar espacios de creación colaborativa, pero también de corresponsabilidad. Y la ciudadanía necesita interiorizar valores y prácticas necesarias para afianzar una apuesta como la planteada.
El 31 de octubre fue el Día Mundial de las Ciudades. Las ciudades, ese gran invento que nació para fomentar el encuentro de personas y el intercambio de bienes, productos, servicios y experiencias vitales, está en crisis. La pandemia del coronavirus ha golpeado con dureza en la esencia de las ciudades, limitando la movilidad, cercenando la proximidad y reduciendo la sociabilidad, en aras de proteger su valor más preciado, la vida de las personas, de sus vecinas y vecinos. La pandemia del coronavirus se ha sumado a la lista de retos pendientes que ya arrastrábamos con anterioridad.
Las crisis son tiempos de dolor, pero también son tiempos de oportunidad. Aprovechemos días como el señalado para pensar en la ciudad que queremos, en un futuro post-pandemia que más tarde o más temprano habrá de llegar. Y hagamos todo lo que esté en nuestras mentes, corazones y manos por hacer de ellas un lugar más ecológico, más emprendedor, más cohesivo, más creativo y, en definitiva, más humano.
Mientras tanto, en tiempos de pandemia, hagamos de las ciudades espacios para la alteridad, empatía y solidaridad para con nuestras vecinas y vecinos.
No lo olvides, siempre hay alguien que lo está pasando peor que tú.
[Publicado en el periódico DEIA. 22-12-20]