Su vocación nació en el colegio de los Jesuitas de Bilbao, creció en los grupos parroquiales de catequesis y se confirmó en 1991 cuando entró en la Compañía de Jesús. El padre Patxi Álvarez (Bilbao, 1967) es jesuita y es un hombre feliz y satisfecho con su vida. Él así lo verbaliza, pero también se aprecia en su reflexiva forma de hablar, de gesticular, de atender cualquier pregunta por incómoda que le parezca. Tal vez por eso y por su trabajo durante dos años en un taller de sillas de ruedas en Camboya y otros cuatro en la ONG Alboan, le acaban de nombrar director del Secretariado para la Justicia Social y Ecología de la Compañía.
– ¿Algo así como un ministro de los Jesuitas?
– Más bien como una especie de delegado. Podríamos considerar ministros a los Asistentes Regionales o Consejeros Generales, y luego están los Secretariados que se encargan de algún área apostólica.
– ¿Y cuál será su labor?
– Me encomiendan el seguimiento, acompañamiento y la animación de las obras sociales de la Compañía a nivel internacional. Son unos 320 proyectos por todo el mundo. Viviré en Roma pero tendré que viajar mucho.
– Justicia Social y Ecología ¿juntos?
– El cambio climático va a afectar a la gente más vulnerable, y ahí se unen esas dos cuestiones. Además, los desastres naturales tienen lugar casi siempre donde reside la población más pobre, así que…
– Entonces, usted no duda de la existencia del cambio climático.
– Existe y es un riesgo que probablemente afectará a las poblaciones más pobres y vulnerables.
– ¿Tras este nombramiento se le puede considerar un miembro de la dirección de los jesuitas?
– Sí, y lo asumo con una mezcla de sentimientos: ilusión, responsabilidad e inquietud. Este nuevo puesto me va a permitir entrar en contacto con compañeros que están repartidos por todo el mundo.
– Así que va a mandar mucho.
– No tanto. Cada obra tiene su propia autonomía, mi labor será más de acompañamiento y orientación. No seré un lastre para ellos.
– ¿Cuál será el sello de Patxi Álvarez al frente de este secretariado?
– Me gustaría dejar la idea de que hay esperanza para los pobres y desheredados, para los que están en las cunetas de la historia. Personas con recursos, dignidad y capacidades. Sólo hace falta ayudarles.
– ¿Qué aprendió en Camboya que ahora le pueda servir en Roma?
– Sensibilidad y afecto hacia los empobrecidos. Y ése es un elemento clave para este puesto y me consta que es algo buscado de manera explícita. No tiene sentido que nombren a una persona que no tenga esa sensibilidad.
Curso intensivo de italiano
– A pesar del voto de pobreza, ¿cobran un sueldo por su trabajo?
– Sí, una asignación que ponemos en una bolsa en común, así que muchos jesuitas ni saben cuánto es.
-¿Recibirá ahora un aumento?
– No lo creo.
– Pues esa cuestión es la que más preocupa a la mayoría cuando asciende: cuánto va a cobrar.
– Ja, ja… Ni me lo había planteado.
– Así que a usted la crisis económica no le afecta.
– A mí no, pero a Alboan sí. Han bajado los ingresos y eso nos obliga, por ejemplo, a pensar en congelaciones de sueldos. No podemos repercutir todo esa bajada en el dinero que enviamos a las poblaciones que ayudamos.
– Por cierto, ¿cómo ve la decisión del Gobierno vasco de retirar la ayuda social a 6.000 perceptores?
– (…) Es un riesgo para la cohesión social. Cuando a un sector de nuestra población le va mal no es malo sólo para ellos, sino para todos nosotros. Así que confío en que se resuelva pronto.
– Estudió y se licenció en Telecomunicaciones. ¿Mantiene el contacto con compañeros de carrera?
– Sí, nos juntamos de cuando en cuando.
– ¿Cómo ve su vida? Piense que hubiera sido la suya.
– No les tengo envidia. Trabajar en este área te pone en contacto con personas muy valiosas y eso es un enorme regalo. No digo que ellos no lo tengan. Cada uno tiene su vida y les tengo aprecio y cariño.
– ¿Le gusta la pizza y los helados?
– Sí, sí, ¡vaya que sí!
– ¿Y qué tal lleva el italiano?
– Ahora estoy estudiando con un método de esos con cedés y un libro, y cuando llegue allí empezaré un curso intensivo.
– ¿Y el idioma de la diplomacia, el poder y la burocracia romana?
– Nuestro anterior general, el padre Kolvenbach, decía que a lo largo de los años había aprendido el ‘vaticanés’, y yo espero aprenderlo pronto.
– ¿Se siente más cercano a Rouco Varela o Ignacio Ellacuría?
– Por cercanía geográfica, por ser compañero de Compañía, por estilo y deseos… con Ignacio Ellacuría, obviamente.
– ¿Cómo ve a la actual Conferencia Episcopal española?
– (Silencio) Preferiría no opinar sobre este tema.
‘Hijo’ del padre Arrupe
– En 2008 ya participó en la Congregación General que eligió a Adolfo Nicolás, el actual general.
– Fue una experiencia muy rica. Éramos 225 personas con una gran sintonía interior pero con una gran diversidad. Y además pude conocer a Adolfo Nicolás, un hombre con una gran capacidad de comunicación, con el que te sientes siempre muy a gusto. Es muy cercano.
– ¿Es Patxi Álvarez el sucesor del padre Arrupe, general de los Jesuitas durante 18 años?
– No, obviamente, no. No, no.
– Pero es un jesuita con proyección, bilbaíno, que llega a Roma.
– Yo soy uno de los hijos del padre Arrupe. Él ejerció una autoridad moral muy importante, sufrió muchos conflictos dentro y fuera de la Compañía, pero no conozco a ni un solo jesuita que le haya criticado.
– Se imagina dentro de 20 años a un bilbaíno al frente de…
– Eso me parece impensable viendo la realidad de la Compañía.
– Los jesuitas han sido siempre conocidos por su labor educativa. ¿Sigue siendo uno de sus pilares?
– El fuerte de la compañía es lo formativo, lo educativo en sentido amplio. Tiene que ver con nuestra espiritualidad, una espiritualidad que forma personas, les ayuda en su autonomía y les lleva a un proyecto de vida solidario.
– En los colegios y universidades de los Jesuitas ha estudiado parte de la élite financiera. ¿Ha fallado algo en su formación?
– (Silencio) Unos empresarios buenos son necesarios y formarlos es un servicio para la sociedad. Ahora bien, al final siempre es responsabilidad de la persona adherirse a un proyecto de vida solidaria y muchas de ellos no lo han hecho. Sencillamente han creído que el trabajo iba a generar intereses económicos y una mayor riqueza a nivel social, cosa que aún está por demostrar. Aunque más que fallar a mí me gustaría formularlo como una incapacidad para generar esa adhesión por la solidaridad.
– Este año tiene previsto visitar varios países, como India, Camboya y Suiza. ¿Suiza?
– Sí, allí están la mayoría de los organismos internacionales y ante ellos es necesaria una cierta labor de ‘incidencia política’ o lobby.
– ¿Qué diferencia el trabajo de un jesuita del de un cooperante laico de una ONG?
– En muchas cosas es el mismo. Un jesuita le añade una faceta pastoral, el acompañamiento de una comunidad cristiana. Además, en muchos casos, la motivación de fondo que inspira a ambos es también la misma.
– ¿Cuál es la prioridad de un jesuita: predicar la fe o remangarse y fabricar sillas de ruedas?
– La prioridad es conocer y acompañar a las personas en lo que son y en sus proyectos de vida. Camboya, por ejemplo, es un país budista y lo va a seguir siendo, pero nosotros apoyábamos a la población local. Nuestro empeño estaba en aceptar y acoger a esas personas.
– ¿Y dónde queda la evangelización?
– Cuando tú ayudas a una persona siempre le dejas una pregunta de fondo: «Y éste, ¿por qué lo hace?». Y esa, al final, es una pregunta religiosa.
Creo que la solidaridad,el voluntariado, es obligatorio todos necesitamos ayuda ,nos necesitamos.
Siempre he admirado mucho a los jesuitas, especialmente en España,desde que abandonaron a los ricos y empezaron a preocuparse por los pobres. En nuestro país, donde la jerarquía de la Iglesia es del PP. , todavía queda mucho por hacer.