Lecturas 8 de mayo, Viernes 4ª semana de Pascua
He notado el paralelismo por primera vez esta mañana. Según los otros evangelios, Jesús pide a sus discípulos que vayan a prepararle un sitio (para celebrar la Pascua), mientras que según este evangelio él es quien se adelanta, él es quien va a hablar con el Padre, él quien prepara la estancia. Lo dicho: es notable.
También es notable el estupor de los discípulos. “¿Qué ya sabemos el camino? –preguntan- ¡Pero, si ni siquiera sabemos adónde vas!” Era más sencillo antes. Seguir a Jesús en Galilea, a través de Samaría o subiendo a Jerusalén era más fácil. Pero ¿cómo seguirle ahora, en esta su condición resucitada y espiritual?
La pregunta de Tomás no tiene por qué ser interpretada como desorientación exactamente. Los discípulos también pudieron sentir que flaqueaban en la esperanza. Pudieron haber caído en la pérdida del sentido. Simplemente, quizá ya no representasen (lo que llamaríamos) un sujeto colectivo: luego de la resurrección, salían casi más “adóndes” ir, que barbas a pelar entre todos. El evangelista nota el temblor de sus corazones: no temáis.
El domingo se proclamaba aquel lugar donde Jesús dice: “yo soy la puerta”; hoy, le vemos decir: “yo soy el camino, la verdad y la vida”. No se puede negar, Juan reconoce para Jesús el lugar de lo liminal, el umbral, la frontera: Hasta él y a partir de él. Juan propone a Jesús, además, como la nueva dimensión.
El camino, la verdad y la vida son a nuestro ser físico, psicológico y espiritual como el horizonte. Camino, verdad y vida, sin embargo, también funcionan como escenario para el drama de la vida. Lo cierto es que no sabemos y eso impone. Como imponen los espacios inmensos que se revelan camino adelante al desmontar el puerto; como impone el abismo abierto a nuestros pies; como impone la inmensidad del desierto y los océanos. Como impone el fuego graneado con los datos que la pandemia inflige a la población, el medio ambiente, la economía, el desempleo, la producción.No sabemos y no vamos a saber. Debemos aprender a vivir con la oscuridad de la incertidumbre. Eso sí, podemos aspirar a verificar que, respecto del camino que traíamos hasta aquí, este es compañero; que respecto a la verdad que se nos resiste, este es respuesta o promesa de alcanzarla al menos; que respecto a la vida que deseábamos, este es consuelo, suave brisa, dulce huésped. Jesús hoy nos dice: Yo soy… discernimiento constante y criterio.
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