26 de octubre, domingo de la XXX semana del tiempo ordinario
Vivimos en la era de la imagen, donde parecer vale más que ser. Medimos el éxito en función de la visibilidad, del reconocimiento o del número de seguidores. La comparación constante con “los demás” nos lleva a construir fachadas que ocultan lo frágil y verdadero que somos.
Jesús habla hoy a quienes se creen justos y desprecian a los demás. El fariseo presume de perfección; el publicano, en cambio, se reconoce necesitado. La diferencia no está en los actos externos, sino en la verdad del corazón: solo quien se sabe vulnerable puede ser auténtico.
Tratemos de mirar a los otros sin compararnos, a vivir con sencillez y coherencia de los principios propios. Intentemos quitar las apariencias que nos disfrazan, para recuperar la verdad que habita en nosotros. Feliz domingo.
