Yo vivo por el Padre

Que hoy sea un día de Pascua tiene preferencia sobre que hoy sea fiesta laboral (Primero de mayo; s. José Obrero). La expresión del evangelio “vivo por el Padre,” sin embargo, nos permite hacer cierta correspondencia.

El recuerdo de la realidad histórica llamada crucifixión nos precipita en la brutalidad de otros tiempos. El “suplicio” y pena capital, las tremendas ejecuciones y muertes de que nos han llegado noticias nos abisman en la noche de los orígenes y la barbarie. Parecería que también la expresión “comer de mi carne y beber de mi sangre” era propia de tiempos así distantes de nosotros. Jesús enseñaba estas cosas en la sinagoga de Cafarnaún. Aquel lugar está tan distante de nosotros como aquella institución religiosa. Sin embargo, el evangelio deja claro que ni aun contemporáneos y correligionarios podían entender: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”

Jesús había saciado a la multitud, pero a continuación había advertido: ¿Concluyes la digestión del pan y los peces? Regresas a la insatisfacción y un día desfalleces y pasas. “El que come mi carne y bebe mi sangre” resucitará –dice– como señalando a una energía diferente y vida duradera. Vivirás si te alimentas de lo que ni digieres ni metabolizas, de lo que ni pasa ni perece.

Conviene notar esta cosa, porque la comunión de los discípulos con Jesús expresada en términos de antropofagia, puede impedirte comprender la forma de comunión superior. También de esto nos habla el evangelio. Me refiero a la comunión que estrecha al Hijo contra el seno del Padre. Jesús siempre que lo desea encuentra al Padre. Constantemente experimenta el abrazo consolador del Padre. Juntos viven una comunión que ni de pan, ni de carne se alimenta, sino de otra intimidad, del abrazo que llamamos “misión.”

Jesús vive de Vivir. Jesús dándose se recibe; es entregando todo lo que le han dado, es entregándose. Si comulgas, vives de aquél de quien te alimentas, pero si miras al Padre, y le escuchas, y si el recuerdo de su amor en tus genes te lleva a poner por obra sus deseos, vives. Vives de aquel abrazo de amor único: sentirte generado para traer la Vida.

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