Escrito por Oscar Rodriguez Vaz @rvoscar
Tras una serie de dolorosas derrotas electorales – municipales 2011, generales 2011 y autonómicas 2012 –, los máximos dirigentes del PSE-EE se conjuraron en los pasados procesos congresuales del partido hacia la regeneración del proyecto socialista en base a un giro a la izquierda, previa renovación de las ideas, el instrumento y las personas.Hubo quienes plantearon que no parecía razonable que este giro a la izquierda fuese a venir de la mano de un acuerdo con la derecha nacionalista vasca. Por más que se tratasen de destacar las propuestas avanzadas – que haberlas las hay – del acuerdo fiscal alcanzado en septiembre con el PNV, la ciudadanía progresista vasca – se decía – no percibiría de izquierdas y/o socialistas las políticas de un gobierno del PNV, y además, compartidas también por el PP.
La jefatura del PSE-EE no prestó atención a quienes cuestionaban la idoneidad de tal acuerdo, en clave de regeneración del proyecto socialista, y se lanzó a la opinión pública el doble argumento de que “el PNV ha aceptado todas las propuestas socialistas” y “la oposición ha de ser útil”.Pero ciertamente, y a pesar de las consignas, el voluntarismo o lo que sea que llevó a adoptar tal posición política y argumental, el realismo se impone. El último estudio del Gabinete de Prospecciones Sociológicas, cuyo trabajo de campo se realizó un mes después de haberse firmado el acuerdo entre el PNV y el PSE-EE – con lo que ha habido tiempo para “vender” las bondades del mismo -, arroja un resultado claro: el PNV es el único partido que incrementaría su voto si hoy hubiese unas elecciones autonómicas (+1,7 puntos).
El acuerdo es la esencia de la política. Los partidos políticos representan diferentes «porciones» – sectores, intereses, ideologías,…- de la sociedad. De eso se trata, de lo contrario estaríamos ante un fraude. Pero cuando son capaces de renunciar a la defensa de una parte de sus respectivas «porciones», es cuando la política adquiere sentido. Especialmente en la actual coyuntura económica, y especialmente en Euskadi, donde lejos de ver la luz, tras la oscuridad que sigue proyectando el caso Fagor, parecemos estar aún en medio de un gran túnel.
En este sentido, tanto a la luz del último Sociómetro Vasco, así como de lo leído, visto y oído por uno mismo, parece evidente que el acuerdo suscrito en septiembre por el PNV y el PSE-EE es bueno, sobre todo, para el Gobierno Vasco y el partido que lo sostiene. No hay que olvidar que el lehendakari Urkullu y el PNV se lanzaron a gobernar con 27 de los 75 parlamentarios de la Cámara vasca y sin haber tejido acuerdo de estabilidad alguno, incumpliendo sus promesa electoral de conformar un gobierno «fuerte y estable». Y si como parece, el acuerdo tuviera proyección presupuestaria, podría dar al Gobierno Vasco el aire necesario como para afrontar toda la legislatura con la mayoría suficiente en los temas importantes.
Así pues, es obvio que a la militancia del PNV no le entusiasma el acuerdo con los, hasta hace cuatro días, cuasi enemigos socialistas; recuérdense si no las palabras de la presidenta del PNV en Bizkaia pidiendo a la militancia jeltzale «un lugar en sus corazones» para el acuerdo con el PSE-EE. Pero también es obvio que en los partidos toda hiel se transforma en miel si las encuestas acompañan. Y ya se ha señalado lo que dice el último respecto del PNV. Como también se ha indicado, el resto de las principales formaciones políticas pierden “cuota electoral”: 2,4 puntos el PP, 2 EHB y 3,5 el PSE-EE, única formación que perdería además un escaño que daría entrada a IU-Ezker Anitza en Álava.
En estos momentos, es difícil saber si estos resultados se deberán o no a la firma del acuerdo fiscal PSE-PNV o a otros factores, no hay datos suficientes en el ya mencionado estudio. Lo que sí parece tomar forma es la idea de que, tras su primer “annus horribilis”, el PNV podría estar comenzando a afianzarse al frente del Gobierno y la Lehendakaritza. Y esta no es una buena noticia para el resto de formaciones políticas, máxime si tenemos en cuenta que tanto Ardanza como Ibarretxe tardaron bastante más de un año en consolidarse como lehendakaris.
Para finalizar, desde una óptica progresista, el escenario es aún más preocupante para el PSE-EE. Dejando de lado el prometido giro a la izquierda, considero que lo que no le perdona la mayoría de su militancia y de “sus” electores de referencia es el incumplimiento de la promesa de renovación de personas, de instrumento y de ideas. Las personas, siguen las mismas en la cúspide de los ámbitos vasco y territorial. Sobre el instrumento o modelo de partido, en la reciente Conferencia del PSOE ni siquiera se han aprobado las primarias para la elección de la Secretaría General del Partido en sus distintos ámbitos. Y sobre las ideas, se sigue sin dar forma a una utopía para el tiempo en el que vivimos.
Pero es que, además de otras de carácter más estrictamente doméstico, hay una razón más que podría debilitar la posición de la socialdemocracia vasca a corto plazo. Y es que si el PNV cumple con otra de sus promesas electorales, dedicará la segunda parte de la legislatura a impulsar un nuevo estatus para Euskadi. Por tanto, a pesar del acuerdo de alto contenido socio-económico alcanzado con el PSE-EE, posteriormente, tratarán de pactar entre abertzales sobre «sus» temas. El PNV se verá obligado a ello porque, entre otras cosas, lo necesita para disputarle ese espacio a EHBildu, hoy por hoy, la segunda fuerza política en Euskadi. Pero esto da para otro artículo. Tiempo habrá.