Un día más, nos hemos levantado con la sensación de vivir en una sociedad en la que las tareas por realizar superan con mucho nuestra capacidad y tiempo disponible: labores vinculadas con el hogar, estudios, atención a la familia, trabajo, correos en el ordenador, vida social, ratos de ocio, llamadas telefónicas, militancias de naturaleza diversa, atención a las amistades, ir y venir, trámites y gestiones de todo tipo, compromisos ciudadanos, mensajes en el móvil,…
Hemos caído en la cuenta de que nuestro particular cuaderno de bitácora incluye cada vez más nombres de lugar que incorporar al listado de tierras conocidas: la isla de Lesbos, un nuevo destino laboral, Bruselas, Siria, Sagrillas, la ciudad del próximo rival futbolístico europeo, las Siete Regiones de Poniente, Madrid, las primarias de Michigan, el barrio de El Príncipe, el puerto de Pajares, el destino del próximo éxodo vacacional, Catalunya, un lugar llamado Facebook,…
La aceleración del tiempo y la globalización del espacio han constreñido la distancia entre conceptos como mundo, sociedad y ciudad, a la vez que han ampliado el significado de términos como territorio, medio ambiente, socio-demografía, educación, política, economía, salud, ocio o identidades.
Tenemos la percepción de que las ciudades en las que vivimos requieren de miradas holísticas que nos ayuden en la búsqueda de respuestas eficaces a los retos planteados. Percibimos que ni siquiera el giro de una cabeza de búho -270º- resultaría suficiente para no perder ripio de lo que acontece en cada rincón, en tantos centros y periferias. Necesitaríamos completar una mirada de 360º para poder contemplar la realidad en su complejidad actual.
Pero, ¿por qué plantearnos una mirada tan ambiciosa? Porque lo es la finalidad del empeño. La finalidad última de la tarea emprendida es hacer de las ciudades lugares mejores, generadores de felicidad, bienestar y bienser, para las personas que las habitan y visitan, atendiendo cada caso y siendo permeables a cada circunstancia.
Una mirada de tal calibre es una invitación, serena pero firme, a romper los moldes de lo disciplinar y lo sectorial, porque se quedan cortos y miopes ante tamaño reto. Y habremos de superarlos con un enfoque trans, en su doble acepción de al otro lado -más allá de donde nuestra mirada nos permite alcanzar- y a través de -con una mirada más profunda y consistente de la que estamos habituados-. La transdisciplinariedad y la transectorialidad son prescripciones facultativas ante la superficialidad provocada por la aceleración y la uniformización generada por la globalización.
Una mirada transdisciplinar de la ciudad aborda de modo integral y conjunto: el territorio, el medioambiente, la población, la economía, la educación, la política, la cultura, la salud,… Alcanza al otro lado ayudando a la ciudad a convertirse en glocal, capaz de ser muy de aquí sin dejar de ser también muy de allá. Pero, simultáneamente, profundiza a través de la complejidad que supone su compacidad, creatividad, competitividad y cohesión.
Cuando miramos la compacidad de la ciudad, fijamos nuestra atención en el grado de integración de centros y periferias, de los espacios, pero también de las personas y grupos que los habitan. Rescatamos la calidad y calidez del diseño urbano. Evaluamos los modos más o menos armónicos, equilibrados, sostenibles e inteligentes de unir: la planificación, ordenación, regeneración y revitalización del territorio; los espacios abiertos, las edificaciones y viviendas; las redes y sistemas energéticos; el transporte y movilidad; las comunicaciones, redes y conectividad. Desde una mirada trans incitamos a poner en marcha procesos de urbanismo colaborativo, adaptativo, resiliente y de acupuntura.
Al observar la creatividad en la ciudad, tornamos nuestros ojos al modelo de enseñanza aprendizaje y los mecanismos de fomento de la innovación y el emprendimiento. Sentimos la necesidad de conocer el grado de desarrollo del: diseño, ocio, artes escénicas, música, espectáculos deportivos, artes visuales, arquitectura, medios de comunicación, publicidad y marketing, edición y los medios impresos, medios y contenidos digitales, práctica deportiva, industrias de la lengua, moda, gastronomía, videojuegos, recreación, turismo o patrimonio cultural. Nos sentimos impelidos a provocar el mestizaje disruptivo desde una mirada trans.
Cuando analizamos la competitividad de la ciudad, nuestro rictus recompensa el afán de auto-superación de la comunidad, que potencia su atractivo y magnetismo. Es una mirada que se asocia con conceptos tales como: la diversificación, especialización y excelencia; la industrialización, servicios avanzados, industrias creativas y de intangibles; la productividad e innovación; la generación de puestos de trabajo de calidad; la economía colaborativa; la internacionalización, diplomacia de las ciudades, city-branding y posicionamiento global; la financiación y fiscalidad. Nuestra mirada trans resalta los retos personales y colectivos, junto a la necesaria cooperación para superarlos.
Los ojos buscan la cohesión en el alma de la ciudad. No hay ciudad sin alma y ésta no subsiste desgarrada. La cohesión encuentra infinidad de cantones y recovecos en los que hacer ciudad: diálogo transcultural de identidades culturales, religiosas y de valores diversos; igualdad de género; carácter amigable de la urbe para con la infancia, los jóvenes o los mayores; accesibilidad universal; inclusión social; lucha contra las pobrezas; o empleabilidad. La mirada trans no se conforma con alcanzar la ciudad cohesionada, se empeña en hacerla cohesiva, activa en la promoción de la equidad y la justicia.
Una mirada transectorial de la ciudad infiere en las relaciones entre instituciones, empresas, entidades sociales y ciudadanía, identificando los flujos de información, comunicación, co-creación y experiencia compartidos entre ellos. Al llegar al otro lado, impulsa liderazgos colaborativos que, partiendo de los intereses particulares de cada sector, avancen sobre el bien común (la felicidad -bienestar y bienser- del mayor número posible de personas y ciudadanos). A través de profundiza en la gobernanza democrática reforzada y con los valores de transparencia, confianza, corresponsabilidad y complicidad.
Las ciudades con presente y con futuro son protagonistas activas en un mundo acelerado, inmediato, globalizado y continuo. Son polos de concentración de talento, conocimiento, desarrollo e innovación. Potencian palancas de transformación tales como la compacidad, creatividad, competitividad y cohesión. Pero, fundamentalmente, desde una mirada 360º, desarrollan estilos de liderazgo colaborativo que implican a instituciones, empresas, entidades sociales y ciudadanía. Y configuran modelos de gobernanza democráticos que profundizan en una experiencia compartida y cómplice.
Publicado en los periódicos DEIA y NOTICIAS DE GIPUZKOA (5-4-16)