Son numerosos los informes y estudios que, de modo reiterado a lo largo de estos años, nos destacan la tendencia socio-demográfica que convierte a la población mayor de 65 años en el estrato de mayor crecimiento, situando el envejecimiento como un tema clave de nuestra agenda para las próximas décadas.
Desde que en la II Asamblea Mundial del Envejecimiento (2002), se difundió el documento Salud y Envejecimiento: un marco político de la OMS, el paradigma envejecimiento activo se ha extendido por todo el mundo, en un intento de promover un acercamiento diferente a la vejez que eliminara definitivamente representaciones sociales asociadas el deterioro, la enfermedad, la inutilidad y cualquier otra percepción negativa y estereotipada sobre este grupo de ciudadanos.
El documento Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. Europa 2020 de la Comisión Europea puso de manifiesto la importancia del envejecimiento activo como elemento clave del porvenir, incluso, para dedicar el 2012 a la celebración del Año europeo del envejecimiento activo y de la solidaridad intergeneracional.
En 2013, avanzando en la misma dirección, la OCDE, de acuerdo con la UE, presentó el documento A Good Life in Old Age, en el que propone una mirada a los datos y las políticas con el fin de medir los estándares de calidad en el proceso de envejecimiento activo.
A nivel del Estado, en 2011, el Libro Blanco del Envejecimiento Activo, del IMSERSO y del Ministerio de Sanidad, incidía en la necesidad de una estrategia de negociación de barreras, de enriquecimiento del mundo social, de integración ciudadana a través de la libertad, la autonomía y la creatividad, con la promoción de buenas prácticas de envejecimiento activo inspiradas, también, en la solidaridad intergeneracional.
Desde Euskadi, la Estrategia de Envejecimiento Activo 2015-2020 ha enriquecido la cuestión con un marco conceptual y ético centrado en las personas, sus derechos y sus responsabilidades, como parte activa de la sociedad vasca, en la promoción del envejecimiento activo entre la población vasca, desde su dignidad, autonomía, participación y corresponsabilidad. Con tres grandes áreas de intervención: nuevo modelo de gobernanza, anticipación y prevención, amigabilidad y participación.
A lo largo de esta década, como resultado de la actividad investigadora realizada por diversos equipos de investigación de la Universidad de Deusto, hemos defendido la necesidad de desarrollar un envejecimiento satisfactorio además de activo, que implica un necesario proceso de formación a lo largo de toda la vida, con un posicionamiento crítico con el activismo inflacionista que ha rodeado el mencionado paradigma de envejecimiento. Y, de modo especial, con el impulso de una experiencia valiosa de ocio, posibilidad inmejorable para consolidar estilos de vida que aporten bienestar y bienser, promoviendo cauces para el empoderamiento, motivación, participación y desarrollo personal. En esa dirección han apuntado los resultados y conclusiones extraídas de los trabajos realizados.
Pero, dicho esto, debemos incidir en la remoción de las barreras que los ciudadanos manifiestan encontrar en el desarrollo de sus itinerarios vitales de envejecimiento anhelados. Para ello, como plantea la propia Estrategia Vasca de Envejecimiento Activo debemos analizar el modo en que se gobierna las ciudades que habitan y en las que sus itinerarios vitales encuentran o no acogida.
Situemos el foco en la necesidad de implantar un modelo de gobernanza democrática y liderazgo colaborativo que remueva las barreras educativas, sociales, económicas, ambientales y políticas que impiden el empoderamiento y la proactividad de las propias personas mayores en el desarrollo de un envejecimiento satisfactorio, en los entornos urbanos que acogen la mayoría de la población. Y consecuentemente, miremos a los procesos de formación de los responsables de instituciones, empresas y entidades sociales como facilitadores de dicho modelo de envejecimiento.
En enero de 1975, la Asamblea General de Naciones Unidad fijó las bases de una fundación que culminaría con la creación del Programa HABITAT I al año siguiente. Dicha organización ha recorrido una fecunda trayectoria hasta llegar al presente HABITAT III Por un futuro urbano mejor, en el que apuesta por “un urbanismo compacto como una fuerza positiva para las presentes y futuras generaciones y para el avance en la cuestión de la igualdad y la distribución de la prosperidad” (UNHABITAT, 2015; 10). Otros organismos internacionales como UNESCO, OCDE, UCGL o UE han incidido en la necesaria transformación del modelo de gobernanza de las ciudades en relación con los distintos grupos de edad y colectivos sociales.
El reto es la gobernanza de las ciudades como articulación socialmente inteligente y en beneficio de la promoción de la justicia social. Necesitamos una gobernanza democrática de las ciudades que asuma el reto de la generación de servicios y experiencias inteligentes, capaces de atender de modo personalizado las necesidades de los ciudadanos, de nuevos y diversificados perfiles. Debemos explorar las posibilidades que este nuevo enfoque nos ofrece, incidiendo en la mayoría de edad de las personas mayores y en la remoción de las barreras que manifiestan encontrar en el desarrollo de sus itinerarios vitales de envejecimiento satisfactorio.
Con tal fin, debemos partir de la iniciativa Age Friendly Cities- Ciudades Amigables de la OMS. En junio de 2005, Naciones Unidas presentó el proyecto en el XVIII Congreso Mundial de la Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría que tuvo lugar en Río de Janeiro. Fruto del mismo surgió el documento que constituye la guía del proyecto. En el proyecto convergen los dos fenómenos que estamos abordando: el progresivo envejecimiento de la población mundial y el proceso de urbanización creciente: “Una ciudad amigable con las personas mayores alienta el envejecimiento activo mediante la optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad, a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen.” (OMS, 2007:7). Se trata de un proyecto multisectorial que integra ocho aspectos que afectan a la vida de las ciudades, sujetos a la evaluación y mejora continua: servicios sociales y de salud; espacios al aire libre y edificios; transporte; vivienda; redes y apoyo social; empleo y participación; respeto e inclusión social; comunicación e información. Pero, aun tomándolo como referencia, es el momento de enriquecer el concepto de ciudad amigable con una apuesta por un envejecimiento satisfactorio, un ocio valioso, una gobernanza democrática y un liderazgo colaborativo.
(Publicado en los periódicos DEIA y NOTICIAS DE GIPUZKOA. 23-10-15)