23 de abril, Domingo III de Pascua
Nuestra sociedad no es que sea especialmente hospitaliaria. En un contexto individualista nuestros espacios son cada vez más reducidos y cada vez dejamos menos sitio para que otras personas entren en nuestras vidas. De hecho, hasta nuestros propios ritmos de vida impiden que dejemos sitio a Dios mismo.
El pasaje de los discípulos de Emáus es un clásico para explicarno esto de la fe en la vida. De estar en huida, el encuentro con el Resucitado les cambia el horizonte y el tono de vida. Sólo tenían que re-cordar todo de una manera nueva.
Este domingo podríamos hacer un esfuerzo para ser hospitalarios. Se trata de abrir nuestros corazones a otros que por un lado nos pueden importunar nuestro ritmo, pero por otro abriran nuestros ojos y corazón a una dimnesión nueva. Feliz domingo.