Jerusalén, Jerusalén

30 de octubre, jueves de la XXX semana del tiempo ordinario.

En estos días seguimos viendo imágenes duras procedentes de Tierra Santa, una tierra herida que debería ser símbolo de encuentro y de paz. Jerusalén, ciudad sagrada para tantos, se ha convertido una vez más en escenario de miedo, violencia y muerte.

Jesús también lloró sobre Jerusalén al ver cómo el corazón humano se resistía a la paz. Su palabra no fue de condena, sino de ternura y compasión. Aun sabiendo el riesgo, siguió adelante, fiel a su misión de sanar y liberar, convencido de que el amor es más fuerte que cualquier amenaza o poder.

En estos tiempos podríamos impulsar una cultura de paz que no se limite a la ausencia de violencia, sino que brote del respeto, la escucha y la justicia compartida. Podríamos soñar con una ciudad de paz, donde el diálogo sustituya al miedo y donde la vida tenga siempre la última palabra. Soñar una ciudad donde el Muro de las Lamentaciones se convierta en la Plaza de las Bendiciones. Feliz jueves.

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