El pasado día 18 de octubre a las 13:30 horas tuvo lugar la primera de las seis sesiones de los TheoLabs. Ésta llevó por título “El sufrimiento y la muerte de un ser querido” y tuvo como ponentes a dos de los cinco componentes del equipo de Pastoral de la Salud del Hospital de Cruces: Enrique Espino –sacerdote diocesano y Capellán de dicho hospital desde hace tres años- y Marisa Arias –miembro del equipo de Enrique desde hace casi un año e integrante de Fe y Justicia-.
Cruces es, según Enrique, como una pequeña ciudad. En el año 2010 se atendieron un total de 450.000 casos, se realizaron 35.000 intervenciones quirúrgicas y fallecieron 1.300 personas. El hospital cuenta, además, con más de 4.500 empleados que trabajan en turnos de 8 horas. Sólo en el mes de septiembre de este año hubo 831 ingresos, 100 fallecidos, 555 partos y más de 16.000 casos atendidos en Urgencias.
Ambos destacaron varias veces que en las situaciones de dolor y de sufrimiento se mueve “mucha vida”. Son momentos “en los que todo se multiplica” y en los que las diferencias entre las personas quedan al margen. “Puedes encontrarte compartiendo habitación a un payo y a un gitano, a una persona de aquí y a otra extranjera, a un catedrático y a alguien que ni siquiera tiene el graduado escolar, a alguien de un barrio industrial y a otro de una zona acomodada”, dijo Enrique. Ante la enfermedad las personas quedan como “desnudas”, sin nada a lo que agarrarse. Es entonces cuando aparecen preguntas latentes que necesitan ser articuladas y que surgen de forma intensa. “Cuando el sufrimiento aparece no hay prácticamente increyentes” afirma Marisa, lo cual no significa que las respuestas a esas preguntas se articulen desde una religión en concreto. El enfermo tiene, en este sentido, una necesidad enorme de expresarse. Necesita ser escuchado. Por eso es de vital importancia estar ahí para que todo eso “lleve a algún sitio”. Cruces es, según Enrique, un lugar privilegiado para hacer un camino espiritual y para crecer en la fe cristiana.
Al principio siempre se entra con un poco de pudor y de reparo en la vida de otras personas a las que no se conoce de nada pero que te abren sus vidas de manera espontánea y libre. Un joven paciente también llamado Enrique es un buen ejemplo de ello. La vida de este muchacho cambió radicalmente cuando sufrió un accidente de tráfico que le ocasionó una lesión medular. Desde entonces ha de utilizar una silla de ruedas para desplazarse. Al poco de empezar a visitarlo, comenzó a compartir con Enrique –el Capellán- su dolor y su frustración por lo que le había sucedido. Para este joven fue importante que él estuviera ahí en esos momentos en los que comenzaba su nueva vida. En este sentido, muchas veces se puede llegar a tener la impresión de estar estorbando. Sin embargo, el mero hecho de estar junto a los enfermos es algo que ellos agradecen muchísimo. Ese ‘sólo estar’ ya es mucho. Tal y como señaló Marisa, “aunque no siempre se puede curar a todos los que pasan por allí, siempre se puede cuidar de ellos”.
Tanto Marisa como Enrique coinciden en señalar que las experiencias vividas en Cruces han sido riquísimas. Hubo dos experiencias en concreto que les marcaron profundamente. Enrique recuerda, no sin emocionarse, a Eki, un niño que murió en Cruces hace unos meses. “Al entrar en su habitación vi cómo sus padres estaban sentados junto a él mientras su vida se iba apagando. Fue como estar en un portal de Belén”, recuerda. Marisa nunca olvidará a Diana, una niña aquejada de un problema cardiovascular quien, tras varias intervenciones, fallecería al poco tiempo de nacer. A petición de los padres fue bautizada en el mismo hospital. Incluso parte del personal médico estuvo presente en aquellos instantes. Tanto en un caso como en el otro, los padres de Eki y de Diana agradecieron enormemente haber podido ser acompañados en esos momentos tan difíciles para ellos y para sus hijos. El acompañamiento es especialmente relevante para los enfermos “solitarios”, aquellos a quienes, aparte del personal médico, nadie atiende.
Marisa señaló lo pastoral como una dimensión importante de su labor: “No acudimos salvo que nos llame el enfermo o sus familiares o amigos. Si vamos, primero nos limitamos a escuchar y a estar. Si el enfermo lo solicita, entonces hacemos un acompañamiento pastoral.” Si se midiera la satisfacción de las personas que son atendidas por Enrique, Marisa y el resto del equipo de Cruces, los resultados serían muy buenos. Esto es algo que muchas veces el hospital y la misma diócesis desconocen. “Si lo supieran, tendríamos muchos más recursos” matiza Enrique. Marisa concluyó la ponencia con estas palabras: “Yo no he sido más feliz en mi vida. Yo no sé si sirve de algo, pero la gente te lo agradece. Todos los días hay alguien que agradece.”