2 de septiembre , martes de la XXII semana del tiempo ordinario
Muchas vees miramos el móvil nada más despertar, repasamos correos pendientes y el calendario lleno de reuniones. La rutina arranca deprisa y parece que apenas queda espacio para detenernos. En medio de tanta prisa, anhelamos una palabra que nos serene y nos dé claridad.
En Cafarnaúm, en plena sinagoga, una voz se alzó con poder: «¡Cállate y sal de él!», y lo que oprimía se desmoronó al instante. No fue un discurso más, sino una palabra que liberó y sorprendió a todos. La gente quedó admirada porque descubrió autoridad que sana y transforma.
Detengámonos también nosotros, atentos a lo que puede romper inercias y abrir horizontes. Caminemos con ojos nuevos, capaces de reconocer lo que da vida. Hagamos de este día un inicio distinto, donde la esperanza se haga concreta en lo cotidiano.
