Hay sed de muchos tipos, y muchos tipos de calmar nuestras sed. Hay formas de calmar la sed que tienen el efecto coca-cola. Nos sacian momentáneamente produciéndonos incluso un gran placer, pero poco después nos generan nuevamente una sed más intensa todavía. Hay otras que tienen más el efecto agua. Aparentemente nos resultan insípidas y aunque nos pueden producir un placer más o menos moderado, sus efectos resultan más efectivos a largo plazo.
También hay sed que tienen el efecto cacahuete o “chips”, una vez los pruebas no puedes parar de comerlos. Sed de cambiar de canal, de conectarse al ordenador, de enviar SMS …… Sed de poseer comodidades, dinero o de acumular bienes materiales, sed de escalar profesionalmente, de prestigio y reconocimiento, de poder y dominación de los otros, sed de conseguir únicamente los propios intereses y objetivos personales. Sed de leer libros, de hacer carreras en moto, de ir al gimnasio, de jugar a la play, de hablar por el móvil …
Hay otras sed, de hecho una sed universal, honda y totalmente determinante de nuestra felicidad, que a menudo intentamos saciar con bebidas o alimentos equivocados, la sed de Amor. Nadie puede vivir sin sentirse amado y amar. Como decía una prostituta «la vida solo tiene sentido cuando sabemos que alguien nos piensa y tenemos a alguien a quien pensar». Sed de ternura, de escucha activa, de comprensión y misericordia, de bondad y justicia. Sed de paz y serenidad, sed de sentido, sed de AMOR.
Pero curiosamente, muy a menudo las energías y esfuerzos que invertimos para saciar las sed de efecto cacahuete suelen ser inversamente proporcionales a las que dedicamos para saciar la sed de Amor.
El tiempo de cuaresma nos invita también a revisar nuestra sed y la manera de saciarlas. Cristo nos espera, Cristo te espera también a ti, a orillas de tu pozo para calmar definitivamente nuestra sed. ¿Dejaremos, como la Samaritana, abandonada nuestra antigua jarra de barro llena de sed insaciables, y nos abandonaremos a las manos de Aquel que nos saciará con el agua de la vida plena?
No podemos vivir sin deseo pero sólo la búsqueda esmerada de un deseo puede acabar saciando realmente para siempre nuestra sed. El deseo de amor en plenitud, el deseo de Dios. «Quien beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed”
Mar Galceran
Pastoral Universitaria de Barcelona