La aprobación de otro documento supone un nuevo salto cualitativo en la historia de Bilbao. En este caso se trata de las Ordenanzas para la Constitución del Consulado de Bilbao, Casa de Contratación y Juzgado de los hombres de negocios de mar y tierra, aprobadas por la reina Juana I de Castilla el 21 de junio de 1511 (Guiard, 1914). Durante siglos, la recién creada institución se ocupa de la actividad portuaria y mercantil, así como de la jurisdicción y cuidado de la Ría. Su principal impacto será la relevancia que adquirirá el puerto de Bilbao en las siguientes centurias. Su crecimiento implicará desarrollo económico, social y cultural (González Portilla, 2001). En 1535, se ubica el primer edificio del ayuntamiento junto a la iglesia de San Antón, al borde de la Ría, y con la Plaza Vieja, donde se desarrolla el mercado al aire libre, importante espacio para la vida pública, punto de encuentro e intercambio, y lugar para eventos de ocio (desde 1920 y hasta la actualidad ocupada por el Mercado de la Ribera – un mercado cubierto de gran superficie-)
El siglo XVI se caracteriza por el incremento demográfico y la expansión económica (Cava, 2013, 22). La Villa tiene problemas para acoger su población creciente en el interior de las conocidas Siete Calles (Oyarzabal, 1999). Tras un incendio (1569) y numerosas inundaciones se opta por derribar las murallas (1571), permitiendo la expansión hacia los ensanches de Atxuri y El Arenal, así como al otro lado de la Ría en Bilbao La Vieja. En 1602 se convierte en la capital de Bizkaia, si bien este reconocimiento no se hará efectivo hasta el acuerdo de 1631 entre villas y anteiglesias, no sin conflictos y pleitos.
El siglo XVII resulta un período más complicado. El tráfico de la lana castellana, el hierro de las minas próximas y el comercio impulsan su desarrollo, en un proceso no exento de vaivenes económicos y matxinadas –revueltas sociales- en épocas de carestía, como la denominada Rebelión de la sal (1631-1634), provocada por la subida del precio de la misma (García de Cortázar & Montero, 1980).
El siglo XVIII es signo de prosperidad, con una potente burguesía comercial. Pero, el período no queda exento de conflictos, reflejo de las tensiones entre aquellos grupos interesados en llevar la aduana y, consiguientemente, los aranceles sobre las mercancías a la costa, y los que mantienen su deseo de que ésta permanezca en el interior. En 1719, se inicia un nuevo estallido social contra la elevación de precios de productos anteriormente libres de aranceles. Finalmente, en 1792, la aduana vuelve al interior.
En 1804, el proyecto de ubicar el puerto en la anteiglesia de Abando, provoca un nuevo conflicto, la Zamacolada, que termina con el abandono de dicho proyecto de trasladar el puerto. Bilbao inicia una larga secuencia bélica a lo largo del siglo XIX. Durante la Guerra de la Independencia (1808-1813), la Villa fue ocupada por los franceses. Posteriormente, como ciudad núcleo liberal fue objetivo militar en las Guerras Carlistas (Extramiana, 1979). En la primera de ellas, en 1835 fue objeto de un primer asedio por el general carlista Zumalacárregui y en 1836 resistió un segundo asedio en el que triunfó el general liberal Espartero. Dichas guerras son el reflejo de la controversia entre la sociedad rural tradicional y la burguesía urbana liberal.
Cualquier vulneración del statu quo provoca estallidos y revueltas, junto a la aparición de conflictos bélicos abiertos. A pesar de los conflictos mencionados, el papel de Bilbao en relación a la Ría gana preeminencia en este período. El puerto se convierte en un elemento clave en el desarrollo de la villa. La actividad económica mercantil crece a lo largo de estos siglos.
El ocio popular de la ciudad medieval va dando paso a gustos más propios de una villa mercantil, en el que el contacto con otros puertos va introduciendo otros modos de vivir a los tiempos de ocio (tabernas, juegos,…). El incipiente ocio burgués va incrementando su presencia a medida que la actividad económica, la riqueza de la ciudad, su relevancia política y administrativa aumentan (cafés, tertulias, espectáculos, paseos y bulevares,…) (San Salvador del Valle, 2006).
La Ría no es un espacio de ocio en aquella época, salvo contados espacios en torno a El Arenal o la Plaza Vieja. Pero, la ciudad actual no podría entenderse sin la Ría ni el devenir del puerto, su guardián. La historia moderna de la Villa es la historia de la Ría y su puerto. Por ello, la configuración del ocio presente tiene mucho que ver con la arteria principal de la metrópoli: la lámina de agua que la cruza a modo de gran avenida con sus márgenes y espacios de ribera. Y la Ría y el puerto no sólo hacia dentro, también la Ría y su puerto hacia el exterior, en la creciente interdependencia con el resto del mundo conocido en cada etapa. Influjos foráneos que lo serán en los estilos de vida y, también, en las manifestaciones del ocio.