Lecturas 15 de mayo, Viernes 5º Semana de Pascua
Suele pasar en la vida religiosa, política, empresarial, asociativa, cultural, y así en otras que requieren la adhesión: que los principios espontáneos y carismáticos acaban por ser institucionalizados. Empezaron todos como amigos, acabaron los unos bajo los otros, los unos para que los otros, los unos a las puertas de los otros. Les había unido la “amistad” de un tiempo, la amistad común y propia de la vida: el barrio, la escuela, un viaje o cualquier otra opción secundaria. Al principio creían ser un grupo de amigos, iguales y compañeros. Pero, a medida que aquella “cuadrilla” fue haciendo opciones, especializándose y entrando en competición, a medida que decidían confiar a algunos tareas, funciones o servicios para todos, las cosas empezaron a cambiar. Decían que así fortalecerían, que así ayudarían a mantener la unión. En política los llamaron representantes y en otras áreas vocales delegados. En la Iglesia los llamaron ministros y luego los apellidaron “ordenados”. En realidad, muchos se acostumbraron a verse a sí mismos como especialistas deputados para absolver ciertas funciones reservadas (funcionarios), un oficio. Luego vino la dificultad para llamarle “amigo” al que otrora lo fue junto con la dificultad para llamarle “siervo”, empleado, número, pueblo, base o pringao (por más que sea así como uno lo piensa).
Así, a medida que el tiempo transcurría, diferencias asociadas con estas funciones afectaron a lo que hoy llamamos gestión, a la distribución de información y acceso a las noticias, a los procesos de consulta y a la toma de decisiones que afectaban a todos. Podrías prolongar estas reflexiones también a la gestión de los recursos en general y de lo económico, en particular, a las “oportunidades” asociadas y a los beneficiarios, o colaboradores, o los del partido, o el equipo de dirección o el comité ejecutivo, etc. Qué más da!
En cambio, el evangelio de Juan, narra otra experiencia. Juan que llena capítulos con discursos, ministerios y vida de Jesús, viniendo al final opta por dejarnos un gesto. Es un gesto para seguir “dándole vueltas”, porque, viniendo al final, es un gesto que comunica lo último: todo. No es un manifiesto de intenciones; es el punto de llegada y conclusión del modo de vida de Jesús. Tan descriptivo de lo que Juan vio en él como significativo para nuestra época: ya no os llamo siervos, sino amigos. Expresa la entrega de Jesús a la misión: inclinado ante sus discípulos, se puso a lavarles los pies. Ya no os llamo criaturas, sino hijos: expresa la entrega de Dios mismo al hombre, su salida de sí mismo como Padre hacia nosotros mediando toda su creación. El discurso que sigue de aquel gesto busca explicarlo. Es el texto que venimos leyendo durante este tiempo de Pascua. El fragmento que consideramos hoy lo resume: Como yo os he amado, que os améis.