Las estadísticas nos pusieron sobre aviso, cuando se publicaron para el caso de Wu-han y de Corea. Otra consecuencia del confinamiento en el domicilio familiar resultaba ser, una vez concluidas las restricciones, el aumento de las solicitudes de divorcio. La vida de pareja padece tensiones especiales, cuando la convivencia no solo se confina y estrecha; sino que se ve desposeída de la libertad, experimentándose incluso forzada.
No solo por este motivo, el evangelio acerca del divorcio y del adulterio adquiere tonalidades especiales hoy, también por causa de su emplazamiento en el calendario litúrgico. El domingo pasado y su evangelio, el próximo domingo y su evangelio proporcionan un contexto extraordinario. La recientemente celebrada solemnidad de la Santísima Trinidad y la inmediata solemnidad del Corpus Christi encuadran el evangelio que meditamos esta mañana. Dios y hombre al encuentro.
Por aquel lado, la idea de comunión con el otro; por este lado la idea de integridad consigo mismo. La idea de comunión caracteriza el misterio de Dios-Trinidad: contrasta muy al vivo con la situación, donde un cónyuge repudia al otro. Por este lado, la idea de una unión integral caracteriza el misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo, pero contrasta tan vivamente con el precepto “más te vale perder un miembro, que ser echado entero en el Abismo”.
El evangelio donde se prescribe: “no cometerás adulterio” no es un evangelio ético primeramente; es un evangelio teológico. Expresa algo del Misterio de Dios y expresa algo del Misterio del ser humano (hombre-mujer). El evangelio de Jesús que añade: “Pues yo os digo…” se sostiene sobre una visión insólita, inaudita aún para los profetas: Por grandes que sean nuestras faltas y pecado, Dios no se retira de su alianza.
Dios no es como los varones que conversaban a Jesús. Como Pueblo que se escogió, Dios no nos repudiará. Dios ni nos escogió por nuestros méritos, ni nos rechazará por nuestros pecados. No importa cuán grandes sean. Por otro lado, Jesús expone la vocación de los esposos (“serán un solo cuerpo”) mediante la imagen del Cuerpo en su integridad: está irrigado por una y la misma sangre.
La figuración bíblica del esposo (Cristo) fiel con la esposa (la Iglesia) y la imagen del cuerpo que se entrega, de la sangre que en la Cruz se derrama para que tengamos Vida, nos pueden acompañar en la oración de este día.