11 de mayo, Jueves V semana de Pascua
Nos decía un profesor de antropología que el ser humano es menesteroso. Siempre está en el «queremos más» desde su propia fragilidad. De esa dinámica surge el horizonte de plenitud en el que nos imaginamos satisfechos del todo y en todo.
La plenitud en el Evangelio se vincula al amor y a la alegría. Se trata de dos ingredientes de la receta cristiana para la vida y que se convierten en esenciales para poder vivirnos como personas plenas y cuyo horizonte no es otro que Dios mismo.
¿En qué grado de plenitud me vivo hoy? ¿Me siento que estoy más cerca o más lejos de ser pleno? Y por último, ¿qué tal voy estos días de alegría y de amor? Feliz jueves.