24 de febrero, Viernes I de Cuaresma
EL amor que trasciende las barreras del afecto natural y de la reciprocidad. Jesús supera la lógica convencional del «ojo por ojo» al decir que hay que amar incluso a aquellos que se consideran enemigos y a orar por quienes los persiguen.
Así, Jesús nos invita a participar del amor de Dios que se extiende a todos sin discriminación. Este amor no busca recompensas ni se limita a las personas que nos son afines; es un amor que se manifiesta en la búsqueda del bien incluso para aquellos que nos pueden causar daño. La llamada a ser «perfectos» como el Padre no es un llamada a la perfección moral inalcanzable, sino a la plenitud del amor.
Dar una vuelta a este mensaje implica cuestionar nuestras propias actitudes y prejuicios. Nos desafía a mirar más allá de las diferencias y conflictos, reconociendo el valor que tenemos en nuestro entorno. Feliz sábado.