16 de septiembre, martes de la XXIV semana del tiempo ordinario.
Las ciudades concentran vida y sueños, pero también generan víctimas, aquellas que quedan fuera del sistema, los que cargan con el peso del dolor, los que no encuentran espacio digno. En las puertas de nuestras urbes se cruzan la prisa de unos y la fragilidad de otros, recordándonos que no todo es brillo ni éxito.
El Evangelio nos habla de Jesús que llega a la puerta de Naín justo cuando una madre viuda entierra a su hijo. Allí, en el límite entre la ciudad y el desconsuelo, se detiene y transforma la escena; donde había llanto, devuelve vida. Dios mismo visita la ciudad y toca lo más herido.
Transformemmos nuestras ciudades como lugares de encuentro y de sanación. Abramos los ojos a quienes quedan al margen en nuestras calles. Caminemos juntos sabiendo que cada puerta puede ser umbral de esperanza y cada herida, ocasión de vida compartida. Feliz martes.
