24 de septiembre, miércoles de la XXV semana del tiempo ordinario.
Vivimos en una sociedad que premia la seguridad: contratos estables, casas llenas de objetos, rutinas que nos hacen sentir instalados. Sin embargo, esa comodidad a veces se convierte en cárcel y nos impide abrirnos a lo nuevo. La vida se achica cuando todo está demasiado controlado.
El Evangelio nos muestra a Jesús enviando a sus discípulos de dos en dos, ligeros de equipaje, sin bastón ni alforja. Les invita a confiar en la hospitalidad de los caminos y a descubrir que la misión se vive en movimiento. No hay instalación posible cuando lo esencial es compartir vida y esperanza.
Atrévamonos también nosotros a desinstalarnos de seguridades estériles. Aprendamos a caminar ligeros, abiertos a lo inesperado y a lo que nace en el trayecto. Hagamos de este día un viaje compartido hacia horizontes que aún aguardan por ser descubiertos.
