11 de octubre, sábado de la XXVII semana del tiempo ordinario. Virgen de Begoña
En un tiempo donde todo se comparte al instante, donde la emoción se publica antes de ser vivida, cuesta detenerse a guardar lo que verdaderamente importa. Vivimos con la memoria dispersa entre pantallas, sin tiempo para dejar que los acontecimientos respiren y se hagan hondura.
El Evangelio nos muestra a María en medio de la incertidumbre y la angustia por su hijo perdido, pero también en el silencio que aprende a comprender sin tener todas las respuestas. “Su madre conservaba todo esto en su corazón”: ese es el gesto de quien confía, guarda y medita, incluso cuando no entiende del todo.
Aprendamos también nosotros a guardar, a no responder siempre con prisa. Demos espacio al silencio que ordena lo vivido y da sentido al camino. Hagamos del corazón un lugar donde la vida pueda asentarse y madurar en profundidad.
