8 de noviembre, Dedicación de la basílica de Letrán
Muchas de nuestras iglesias, construidas con paciencia y fe durante siglos, hoy se ven vacías o silenciosas. Son testigos de un cambio de época, de un modo distinto de vivir la fe y de reunirnos como comunidad. La piedra sigue en pie, pero el mundo que la rodea ha cambiado profundamente.
Jesús también contempló un templo lleno de comercio y quiso purificarlo. No habló de muros, sino de un nuevo modo de ser casa de Dios. Su palabra invita a pasar de la piedra al corazón, de los ritos sin alma a una vida que se convierte en signo de esperanza y renovación.
Podemos ver en este tiempo una oportunidad para reconstruir desde dentro. Podemos aprender a ser comunidad viva más allá de los edificios. Que cuidemos el fuego interior que mantiene encendida la fe y que abramos espacios nuevos donde la vida vuelva a tener lugar.
