21 de diciembre, Domingo IV de Adviento
En tiempos de soledad profunda y desconexión, muchas personas experimentan la ausencia de compañía verdadera en sus vidas. La sensación de estar solos ante los desafíos, de no contar con nadie que permanezca a nuestro lado en momentos difíciles, se ha convertido en una de las experiencias más dolorosas de nuestra época.
El relato nos deja una clave luminosa, Enmanuel, Dios con nosotros, en lo cotidiano y frágil.
José, justo, decide no herir a María y aprende a fiarse de una palabra recibida en sueños.
Despierta, acoge y se compromete, y la presencia se vuelve hogar y camino compartido.
Hoy podríamos reconocer esas presencias luminosas que aparecen justamente cuando más las necesitamos y que nos ayudan en los caminos de la vida. Necesitamos construir comunidades de acogida mutua donde nadie esté sólo, sino acompañado. Feliz domingo.
