Hoy la Iglesia no celebra nada hasta la vigilia pascual. Tras la muerte en cruz todo se ha quedado en un clamoroso silencio. Un silencio que clama por la injusticia cometida, un silencio que guarda todo en el corazón, un silencio que se convierte en lo previo a lo que será la palabra de Dios.
Nuestro mundo neccesita de silencios que hablen. Silencios que den oportunidad a que la palabra se haga vida, a que la palabra tenga significado en medio del bullicio y palabrería en la que vivimos. Dejemos que este día de silencio hable por sí mismo.