1 de septiembre. Domingo de la XXI semana del tiempo ordinario
En toda sociedad hay barreras de impureza más o menos desarrollados. Un ejemplo, en nuestro tiempo, viene dado por lo políticamente correcto, que se convierte en ese espacio social que bendice lo «puro» y expulsa «lo impurto» por criterios sociales, generando discriminación.
Jesús radicaliza su propuesta vinculándola a la experiencia de Dios. Supera las directrices de la tradición y las lleva al centro del corazón, el lugar donde se decide la vida de las personas en sus decisiones y en su modo de amar.
Cada uno de nosotros colaboramos en declarar a alguien «puro» o «impuro». Es improtante reconocer las razones de fondo que empleamos para decir si alguien es «puro» o «impuro» para poder convivir con nosotros. Feliz domingo.