Que no se pierda ni uno

13 de agosto, miércoles, XIX del tiempo ordinario

En un mundo acelerado, donde la atención se dispersa entre pantallas, compromisos y noticias constantes, hay personas y realidades que se nos escapan. No siempre por mala voluntad, sino porque la inercia del día a día nos hace perder de vista lo frágil, lo pequeño, lo que necesita cuidado. Y, sin darnos cuenta, hay “ovejas” que se van quedando al margen.

El relato nos recuerda que el verdadero valor no está en la multitud ni en la estadística, sino en la vida concreta de cada persona. El mayor, en la lógica de Jesús, es quien sabe detenerse, hacerse pequeño y acoger. Nada ni nadie es demasiado insignificante como para no ser buscado, acompañado y celebrado cuando regresa.

Cuidemos de que nadie se pierda en nuestras familias, trabajos y entornos. Tengamos la valentía de dejar lo cómodo para ir en busca de quienes necesitan ser encontrados. Solo así podremos alegrarnos juntos por cada reencuentro y por cada vida que vuelve a sentirse parte del rebaño. Feliz miércoles.

Esta entrada fue publicada en Publicaciones del blog. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.