Lecturas: 5 de abril Domingo de Ramos
Hoy «celebramos» la entrada de Jesús en Jerusalén, y con ello nos adentramos en el misterio de la Pasión de Jesús. Un misterio cuya intención es decir al abatido una palabra de aliento, y es ahí donde nos adentramos en eso que Pablo llama sabiduría de la cruz. Una cruz, que de ser objeto de ejecución se convierte en el medio de salvación.
La invitación de las lecturas es contemplar, acompañar a Jesús en su pasión y por ello os propongo que nos preguntemos cómo queremos hacerlo. Por medio de qué personajes del relato nos hacemos presentes en la contemplación.
En primer lugar tenemos a Jesús, el crucificado con los crucificados del mundo. Aquel que vive ese tiempo sobre el cual Ignacio en los Ejercicios nos invitará a ver cómo la Divinidad se esconde, y yo añadiría, ver cómo la humanidad se esconde. En Jesús se da la máxima tensión entre presencia y ausencia de Dios.
Después tenemos a aquellos que le llevan a la cruz. Las autoridades religiosas y civiles, que una vez más en la historia colaboran para crucificar. Son los que de manera consciente y a al vez inconscientemente, promueven el proceso religioso y penal que dará como resultado al crucificado. Sólo tenemos que mirar cómo nuestros procesos sociales también conducen a la cruz a demasiadas personas.
Es interesante que nos fijemos en el pueblo. Un pueblo que condena, que grita, que jalea y que en algún modo aprueba el castigo. Un pueblo que entra en una especia de liturgia donde lleva a un extraño altar sus víctimas para sacrificar en el bien del mismo pueblo. Yo muchas veces en nuestra vida habitual me encuentro identificado con ese pueblo que condena y crucifica en medio de un gran alboroto.
Y por último los discípulos. Desaparecidos en combate. Solo unos pocos aparecen, Pedro y luego Juan, con las mujeres como grandes protagonistas que acompañan como pueden la pasión. El resto, calla y desaparece. Suponemos que entre el miedo y la frustración; la comunidad se disuelve y se dispersa. En tiempos del sálvese quien pueda, cada uno vuelve a su esquina, a su proyecto.
Finalmente el Evangelio nos sitúa ante el crucificado, como los guardias que confiesan realmente este era el Hijo de Dios. Hoy nosotros, también ante el crucificado podemos preguntarnos ¿qué he hecho? ¿qué hago? ¿qué voy a hacer por Cristo?
Feliz domingo de Ramos.