Lecturas 5 de abril. Lunes de Pascua
En esta sociedad del miedo polarizada y pandémica estamos muy necesitados de alegría. Una alegría sana, terapéutica y empática. Necesitamos esos rostros que nos sonríen y que nos muestren la cara amable de la vida en el mar de calamidades relatadas.
Lo primero que dice el resucitado es alegraos. Los discípulos lo han pasado entre mal y muy mal, y Jesús, como si de una mala broma se tratase les dice que se alegren. Se trata del fondo del Evangelio: que nuestra alegría sea plena.
Estamos llamados a ser apóstoles de la alegría que surge de la experiencia del encuentro con Jesús. No una alegría, como la de quien gana una final de la Copa, sino de la alegría que nos deja un corazón esponjado. Se trata de la alegría que mira en lo profundo de la vida y le sale dar un sencillo gracias por tanto bien recibido. Que tengáis una jornada muy alegre.
