6 de noviembre, Domingo XXXI, tiempo ordinario
Los invitados a los actos, fiestas y demás «saraos» es un indicador del propósito de la misma. En nuestros convites privados solemos invitar a familia, amigos y compañeros, es decir mayormente, gente con la que queremos estar.
Jesús mira a la sociedad y ve que el sistema de invitaciones es segregador. Se desea que unos acudan al banquete mientras que por otro lado no se desea que vengan otros. Curiosamente resulta que nunca se quiere a pobres, lisiados, cojos y ciegos. Él Evangelio, con la imagen del banquete quiere que estén todos, incluso los que nadie quiere.
Abrir los ojos y el corazón a quienes nunca miramos es un ejercicio de humanidad. Nos metemos en nuestras rutinas y vamos con la mirada fijada en lo nuestro sin caer en la cuenta de lo quienes nos rodean. Feliz lunes.