3 de marzo, Domingo III de Cuaresma
Como mundo estamos consiguinedo convertir todo en un mercado en el que nada se escapa a la compra venta. Somos capaces de vender, y por tanto de comprar, sentimientos religiosos, políticos, el cuerpo humano, el pensamiento, la conciencia e incluso la vida humana. Muchas de estas cosas se cotizan en los distintos mercados a través de las empresas.
El mercado se nos presenta como salvación y resulta que también es condenación. Jesús se pelea contra el mercado que se convierte el templo de Jerusalén, al que llama la casa de mi padre. Ene ste pasaje, Jesús muestra una libertad infinita ante una institución tan poderosa como el Templo, y lo resignifica de manera nueva.
Vivimos en un mundo mercantilizado, pero podemos ir ganando en libertad frente a esta propuesta. Se trata de ver el valor de las personas en su dignidad, en su diversidad, en su capacidad de amar. Es un ejercicio de amar desde la gratuidad que es la vida misma. Feliz domingo.