15 de julio, martes de la XV semana del tiempo ordinario
Vivimos rodeados de datos, impactos, noticias, reels, señales que reclaman nuestra atención. Pero cuanto más vemos, menos nos conmueve y parece que estuviéramos inmunizados a la misma vida. La rutina, el ruido y la prisa nos anestesian incluso ante los milagros cotidianos.
Jesús lamenta que ni lo extraordinario logre mover el corazón endurecido. No es la falta de signos lo que impide el cambio, sino la ceguera voluntaria ante lo que interpela. El Reino no irrumpe donde no hay apertura, asombro ni deseo de transformación.
Hoy podríamos volver a mirar nuestras certezas, nuestras inercias, nuestras resistencias al cambio. Tal vez sea hora de que lo evidente nos despierte de verdad, sin más excusas. Y que aprendamos a dejarnos tocar por lo que merece ser vivido en profundidad. Feliz martes.
