25 de agosto, lunes de la XXI semana del tiempo ordinario
Vivimos en un tiempo en el que la apariencia y la imagen pública pesan demasiado. Redes sociales, discursos políticos y escaparates digitales a menudo muestran solo lo que conviene enseñar, ocultando incoherencias que después se descubren. La hipocresía sigue siendo una de las heridas más profundas de nuestra convivencia.
El texto nos recuerda que la verdadera autenticidad no se mide por palabras grandilocuentes ni por gestos vacíos, sino por la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. La incongruencia genera desconfianza, mientras que la transparencia y la sinceridad abren horizontes de confianza y respeto mutuo.
Asumamos juntos el reto de revisar nuestras actitudes y decisiones, evitando ser “ciegos” que no ven lo esencial. Que sepamos construir con verdad, con coherencia y con gestos concretos una sociedad más justa. Abramos caminos donde la palabra y la acción se reconozcan como una sola voz.
