Santo Tomás de Aquino fue un hombre sabio y santo, fue un hombre que vivió como nadie desde el espacio europeo de educación superior, tanto en extensión porque integró los diversos campos de la cultura europea, cuanto en intensidad, porque no descuidó los problemas y cuestiones fundamentales de su época.
Desde Nápoles donde se inicia como estudiante, hasta el mismo Nápoles donde se concluye su vida docente el 6 de diciembre de 1273, ya al final de su vida, recorre todo un círculo universitario europeo que incluye un itinerario de unos 15.000 Kms a pie por los ásperos caminos medievales. Su paso por París, Colonia, Orvieto o Roma, ha dejado huella imborrable. Su experiencia fue completa, desde las dos vertientes de la universidad, estudiante y profesor, desde los dos cometidos, enseñar e investigar, desde los dos encuentros decisivos con la verdad y con lo profundo de la persona.
El papa Benedicto XVI resume las aportaciones del Doctor Angélico con los siguientes términos:
“Tomás de Aquino mostró que entre la fe cristiana y la razón subsiste una armonía natural. Y esta es la gran obra de Tomás, que en aquel momento de enfrentamiento entre dos culturas – ese momento en que parecía que la fe tuviese que rendirse ante la razón – mostró que ambas van juntas, que cuando aparecía la razón incompatible con la fe, no era razón, y cuanto parecía fe no era fe, si se oponía a la verdadera racionalidad; así él creó una nueva síntesis, que formó la cultura de los siglos sucesivos”.
Tomás de Aquino ha sido un hombre de experiencia universitaria singular. Se verifican en su existencia dos características de lo humano que a Tomás le gustaba subrayar: una la descrita por Aristóteles, la del hombre que es en cierto modo todas las cosas: quodammodo omnia, y otra, la neoplatónica, del alma horizonte y confín de dos mundos, el de la materia y el del espíritu.
Es por vocación y opción un teólogo pero no descuida los problemas que afectan a las demás facultades. Un condiscípulo suyo de los tiempos de Nápoles, el médico Felipe de Castrocielo, le pide que le explique el movimiento del corazón, y Tomás le responde con el tratado De motu cordis. El Papa Urbano IV le pide en Orvieto que ayude a los párrocos y predicadores con un comentario de la escritura, y Tomás escribe una exégesis continua, llamada Caleña áurea, que integra la tradición de los Padres de Oriente y Occidente. El rey de Chipre le pide un tratado de política, y Tomás comienza su obra De regno. La duquesa de Bravante le pregunta cómo tratar en sus dominios a los judíos, y Tomás le da unas reglas en De Regimine judeorum.
¿Qué nos dice hoy Santo Tomás de Aquino a nuestra Universidad? Para Tomás de Aquino la Universidad tiene, sobre todo, tres tareas:
La primera tarea de la universidad consiste en situarse en la cima del proceso cultural, en saber estar a la altura de los tiempos. Para ello la universidad tiene que ser el ámbito del diálogo entre las tradiciones culturales tradición cultural y de la memoria viva y actualizada del pasado. Tomás de Aquino parte siempre de un status quaestionis, estudia las fuentes, los textos, autores y comentarios sobre ellos. Tomás es un pensador esencial y dialogante. Busca la verdad y la busca dondequiera que se encuentre. Porque en definitiva la verdad, venga de donde venga, venga de quien venga, siempre procede el Espíritu Santo. En todos los pensadores puede haber semillas de verdad. Como el ente es trascendental, lo son también sus propiedades. En los opuestos a ellas, hay siempre una presencia del ente, y por lo mismo de la verdad y del bien.
La segunda tarea de la universidad está en la transmisión de la verdad en el presente. Tomás dio un claro ejemplo de esta asimilación personal del saber y de la novedad de docencia. Es célebre un párrafo recogido por su biógrafo Tocco, que pone de relieve esta nota de sus lecciones. En menos de seis líneas aparece ocho veces la palabra nuevo: los oyentes apreciaban la innovación en Tomás, cuestiones, argumentos, palabras, luz, vigor. Había una novedad radical del espíritu. Tomás era visto por sus coetáneos como un gran innovador, y por ello para algunos sospechoso. Incorporó nuevos métodos de investigación y enseñanza de la teología, tan nuevos que no siempre fueron vistos con buenos ojos por los más tradicionalistas. Hoy en día no se trata de repetir literalmente los contenidos de sus obras, sino de asumir la audacia intelectual que tuvo él para dialogar con autores tan sospechosos y mal vistos por la fe de entonces como era Aristóteles.
La tercera tarea del universitario está orientada hacia el futuro. En Tomás se concilian muy bien las dos tesis que pueden a veces verse como opuestas; la solidez de los principios y el proceso interminable de la conquista de la verdad siendo siempre un servicio al ser humano ya que para Tomás de Aquino en la tarea universitaria el valor central es la persona:
«Todas las ciencias y artes -afirma Santo Tomás- se ordenan a algo uno, esto es, la perfección del ser humano, que es su felicidad«. Para Santo Tomás el saber no es erudición, no es poder, no es un título, no es consumo de información; diríamos con un lenguaje contemporáneo, el saber son competencias existenciales, es vida, y vida que satisface las aspiraciones más profundas del alma. El saber consiste en mostrar el sentido de la verdad y la verdad del sentido de la vida. Y así el saber auténtico abre a la trascendencia.
Así lo expresa la encíclica Fides et ratio: «El científico es muy consciente de que ‘la búsqueda de la verdad, incluso cuando atañe a una realidad limitada del mundo o del hombre, no termina nunca, remite siempre a algo que está por encima del objeto inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren el acceso al Misterio”.
En la obra y el pensamiento de Santo Tomás también podemos encontrar la armonía de las cuatro dimensiones del paradigma educativo Ledesma-Kolvenbach: utilitas, humanitas, iustitia y fides. Dice Tomás de Aquino que el saber técnico refleja al Creador del mundo (utilitas); la humanitas es expresión de la encarnación de Cristo, plenitud del ser humano; la iustitia (justicia) se deriva del amor solidario de Cristo y la fides (fe) es la luz que orienta a la razón hacia el servicio del ser humano y le abre a la trascendencia. Decía Tomás de Aquino:
«Confiando en la misericordia divina yo he asumido el oficio del sabio, si bien soy consciente de que sobrepasa mis fuerzas; por ello me he propuesto dedicarme a dar razón de la verdad que profesa la fe católica, conforme a mis posibilidades”
En este mismo sentido nuestro Gran Canciller de la Universidad, el P. General de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás, nos anima a seguir promoviendo hoy con nuevas formas creativas frente a la globalización de la superficialidad la profundidad del pensamiento e imaginación, características de la tradición ignaciana. El 23 de abril del año pasado 2010 nos decía en México: “Al extenderse globalmente el secularismo y el fundamentalismo, creo que nuestras Universidades están llamadas a encontrar nuevas formas de creatividad, renovando este compromiso con el diálogo entre la fe y la cultura, la fe y la razón para beneficio del mundo y de sus problemas e incógnitas”.
Que la celebración de Santo Tomás de Aquino, patrono de la Facultad de Teología y de nuestra Universidad de Deusto, nos ayude a renovar nuestro compromiso para seguir buscando la verdad y dialogar con las ciencias y la cultura actuales desde el valor de la persona y desde los valores del evangelio. Que el Señor bendiga hoy especialmente a los nuevos licenciados en Teología, a los nuevos doctores de nuestra Universidad de Deusto y a toda nuestra comunidad universitaria.