25 de enero, Sábado de la II semana del tiempo ordinario. Conversión de san Pablo
Vivimos en un mundo conectado como nunca antes, pero paradójicamente aislado en lo más profundo del corazón. La incertidumbre, el individualismo y las noticias de desesperanza parecen ser el pan de cada día frente a luces que deslumbran en su apariencia.
Con Jesús somos enviados a compartir esperanza, a sanar heridas y a ser testigos de un amor transformador. Conviene recordar que no estamos solos en esta misión; Jesús nos promete signos que confirman su presencia, porque la fuerza del Evangelio siempre supera nuestras limitaciones.
Podríamos mirar a nuestro alrededor y reconocer los espacios que necesitan buena noticia por nuestra parte. Una buena noticia que vienen de la experiencia del amor y la esperanza y que se convierten en eso que algunos llaman misión y/o vocación. Feliz sábado.