30 de octubre, Domingo XXXI del tiempo ordinario
¿Qué pasaría si Jesús se quedará en nuestra casa? ¿En qué medida cambiaríamos nuestra vida? Hay veces que necesitamos de revulsivos que nos transformen. Un ejemplo es un jesuita que era un gruñón y vino a la comundiad de acogida una mujer y su niña. La presencia de la niña transformó al gruñón en un pedazo de azúcar.
Zaqueo transforma su vida de manera radical a partir de la presencia de Jesús en su casa. Tras robar todo lo posible como recaudador, ahora vende todo lo que tiene. Es un cambio que sólo se entiende por la rpesencia de Jesús.
¿Hasta qué punto estamos abiertos a la presencia de Jesús? Hay veces que nos blindamos y no dejamos que entre de ninguna manera. Hoy, domingo, puede ser una ocasión para que abramos, al menos un poco, la puerta a Jesús, a ver qué pasa. Feliz domingo.
Es la forma de tener un hogar luminoso y alegre.