Lecturas: martes 31 de marzo (5ª semana de Cuaresma)
Son días en los que la soledad toma un protagonismo distinto. Hoy nos acordamos de las personas que viven solas, especialmente las mayores; nos acordamos de aquellos que pasan largo tiempo en los hospitales sin sus allegados; nos acordamos de las personas de la calle, que siguen ahí y solas. Sospecho que la soledad es uno de los grandes sufrimientos de nuestro tiempo, y que se intensifica aún con más fuerza, en nuestra cultura del descarte, tal y como dice el Papa Francisco.
Hoy las lecturas, en algún modo, nos hablan de las soledades. La soledad que pasó el pueblo de Israel perdido en el desierto, donde se desorienta y en su desorientación sufre. La soledad e incomprensión de Jesús en el evangelio de Juan, soledad que llegará a su expresión máxima en el momento de la cruz.
Pero es el mismo Jesús el que afirma no me ha dejado solo. Y aunque no desaparezcan las soledades, en este tiempo encontramos personas dispuestas a romper ese muro, a acercar distancias, a tender manos a los intocables, a comunicar y expresar que no estamos solos. Cierto realismo nos dirá que hay mucha gente sola, pero por la fe que compartimos y por la solidaridad de mucho hoy podemos seguir diciendo, aunque sea en voz baja, no me ha dejado solo.
Miro a la cruz y no estoy solo, la miro y se que me sana, me alivia, me tranquiliza, me da esperanza, le doy mis flaquezas, mis incomprensiones, toda mi vulnaverilidad y se que me fortalece…por eso no estoy solo. Gracias y f
eliz día con Maria.