16 de septiembre. Lunes de la XXIV semana del tiempo ordinario.
A veces nuestras sociedades se creen demasiado dignas para no recibir a los migrantes en casa. En nuestro mundo el problema de las migraciones humanas ha crecido de tal manera que es una cuestión que genera muchas más tensiones y muertes que las deseables.
La actitud de Jesús es clara: el amor y la compasión no conocen fronteras. La fe del centurión, su humildad y su confianza total en la palabra de Jesús, nos recuerdan que la verdadera dignidad no se basa en la pertenencia a una cultura o nación, sino en el reconocimiento mutuo de la humanidad compartida.
Nuestras sociedades pueden sanar si aprendemos a acoger con confianza y generosidad. Porque, en última instancia, todos somos peregrinos en este mundo, necesitados de la hospitalidad y el amor de los demás. ¿Cómo podemos hoy hacer visible esa acogida en nuestras vidas y comunidades?