28 de octubre, martes de la XXX semana del tiempo ordinario.Santos Simón y Judas, apóstoles
En un mundo donde a menudo nos sentimos uno más entre millones, donde el anonimato y la prisa nos borran el rostro, ser llamados por nuestro nombre tiene una fuerza especial. Escuchar nuestro nombre con respeto y afecto nos recuerda que somos únicos, reconocidos y necesarios.
El Evangelio narra cómo Jesús, tras una noche entera en oración, llamó a sus discípulos y eligió a doce, “a los que también nombró apóstoles”. No los eligió por mérito ni por poder, sino por amor y confianza. En esa llamada personal les dio una misión y un sentido para su vida.
Reconozcamos hoy el valor de cada persona a nuestro lado. Aprendamos a llamar por su nombre a quienes encontramos, a ver en cada rostro una historia que importa. Construyamos juntos una humanidad no anónima, donde nadie quede fuera del círculo de la mirada y del cuidado. Feliz martes.
