Hoy es sábado santo y en la liturgia no hay palabra de Dios hasta la celebración de la Vigilia. Es un tiempo que parece que se ha detenido, pero que tiene prisa por llegar a lo siguiente. Es tiempo de duelo, de dolor que no se sabe cómo aliviar. Es tiempo de silencio.
Algunos rasgos que estamos viviendo en este confinamiento me suenan a sábado santo. Un tiempo que parece que no pasa y que queremos que pase cuanto antes. Un inmenso dolor por tantas personas fallecidas y que no hemos podido despedir. Una inquietud punzante, sobre el cómo vamos a salir de esta. Y una extraña sensación de silencio en las calles.
Para los discípulos es un tiempo en el que ya no tienen a Jesús, en el que su sentido de vida se ha ocultado. Es un tiempo de recordar de manera apresurada y sin orden vivencias compartidas. Es un tiempo de un duelo que no pueden compartir por miedo. Es un tiempo de dispersión. Sólo queda resistir, consolarnos como podamos, decirnos ya saldremos de ésta, o todo saldrá bien. Es un tiempo en que descubrimos quién nos falta a nuestra lado y le echamos de menos porque queremos que esté con nosotros. Pero entre tanto, Dios calla.
Mila esker Peio,
…por sugerir….siendo real todo ello y compartiéndolo al 100%, creo que falta el punto de inflexión y de salida hacia la Resurrección a este sábado. Todos querían que pasara este tiempo. Cierto, pero compartían lo vivido entre ellos y eso iba calentando sus corazones. Creo que es precisamente en esa actitud relacional humana desde lo profundo desde dónde nace el germen de la Resurrección. Hoy también es sábado. Ojala desde aquí nazca el germen del cambio. 😉