Uno de los procesos que se viven en nuestro mundo es el de la desertificación. Lo peor es que no se da sólo en lo climático, sino que encontramos desiertos sociales donde entre otros destaca el de la soledad.
Juan cita al profeta Isaías para hablar de Dios de una manea nueva. La situación en el pueblo era complicada y se vivía como un desierto moral, religioso y político. Ante ello, la necesidad del Mesías del Salvador, se hacía urgente y había gran expectación a todo lo que podía parecer un Mesías.
Como Juan, necesitamos de voces que griten en los distintos desiertos. Voces que sean voz de los sin voz, de las personas vulnerables y de las apartadas de las grandes conversaciones del mundo. Necesitamos de voces de los desiertos humanos para que se conviertan en tierra fértil para todos.