Carta a Amelia Tiganus

Por Asun Ibáñez-Romero, Vicedecana del Campus de Donostia-San Sebastian de Deusto Business School

Conocí a Amelia Tiganus el 4 de marzo de 2020 en el aula digital del campus de Donostia-San Sebastián de la Universidad de Deusto. Una semana antes de que nos confinaran por la pandemia del Covid-19.

Amelia es activista feminista y formadora, superviviente de la prostitución y ha sido muy premiada por su labor de lucha en estos temas. 

Escuchar sus palabras y conocer su historia personal fueron un revulsivo para mí, y representan un antes y un después en mi posicionamiento sobre muchos temas relacionados con el sexo y las mujeres. Amelia encendió una luz y derrumbó mis premisas y modelos mentales. Me acercó al feminismo radical, que, para quien esté pensando que “radical” significa “extremo”, le corregiré: significa “ir a la raíz”. Me presentó un sinfín de mujeres que han luchado para que nosotras podamos contar con una serie de derechos que, hasta hace bien poco, eran impensables (mi madre no podía abrir una cuenta corriente sin el permiso de su marido, o divorciarse, y de eso, no hace tanto tiempo, que todavía no soy tan vieja…). Obviamente, compré su libro “La Revuelta de las Putas” que todavía conservo autografiado para mi hija.

En aquella charla se desnudó de una manera tan generosa como desgarradora. Yo recuerdo llorar y brotar de rabia ante tanta crueldad. Tenemos la suerte de que Amelia visite nuestras aulas cada año, y sus charlas han cambiado bastante desde que pude escucharle por primera vez. Ha tenido que hacerlo para protegerse y para cuidarse a sí misma, siguiendo los consejos de su psicóloga. 

Sin embargo, sigue explicando cómo comenzó el patriarcado hace 5000 años, citándonos el libro “La creación del patriarcado” de Gerda Lerner. En el momento en el que surge la propiedad privada, las mujeres pasamos a ser “propiedad privada” de los hombres para asegurar su descendencia porque la virginidad y la fidelidad de la mujer es necesaria para asegurar que la herencia del hombre vaya a su descendencia sanguínea. 

También sigue dando datos escalofriantes, como el impacto que tiene la prostitución o la venta de armas y de drogas en la economía. O como que 4 de cada 10 hombres ha acudido a la prostitución. Y, sobre todo, muestra la realidad de la pornografía, la antesala de la prostitución. “Porno” viene del francés “pornographique”, concepto que a su vez viene de pornographie, que significa “tratado sobre la prostitución” + “grafía”, del griego “γραφή graphḗ”, que significa “escritura”. Así que, ya el propio término nos está avisando que la pornografía es el marketing de la prostitución. Cuando consumimos porno es para masturbarnos o tener relaciones sexuales, y con ello afectamos a nuestro cerebro, lo vinculamos a la obtención de placer, y lo buscamos con mayor frecuencia e intensidad (como determinadas cosas ya no me producen placer, busco otras más “fuertes”).

Y, por supuesto, Amelia sigue llamando a las cosas por su nombre y deja bien claro que la única diferencia entre un putero y un violador es un (o varios) billete(s).

Pero, si he de destacar algo que me encanta de lo que comparte, es la definición de “libertad sexual”, que NO es follar con todas las personas. Ni siquiera es sólo tener sexo con la persona que nos dé la gana. Sino que la libertad sexual representa el ENCUENTRO con el SER COMPLETO que elijamos libremente.

Ojalá todas nuestras y todos nuestros jóvenes tuvieran la oportunidad de conocerle.

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