Ciudades e innovación: ¿unidos para siempre?

Por Julen Escalero, iNNoVaNDeR 10G y consultor en PKF ATTEST

Post innovandis Julen Escalero

 

Nunca pensé que me pasaría. Pero ahí estaba, el muy mamón, con la misma cara de asombro que un servidor. La probabilidad de encontrarte en Madrid por la calle a un tío de Irún -como yo- que se llame Julen -como yo- debe de ser de una entre un millón. ¿Por qué? Bueno, pues porque Madrid es enorme y vive mucha gente. Cada vez más. Ya se sabe: las grandes ciudades ofrecen posibilidades laborales de todo tipo, sectores muy especializados y avanzados, y la posibilidad de poder hacer muchos planes en el entorno social. Una rueda que se viene retroalimentando, de alguna forma, desde el surgir de las ciudades en Mesopotamia hace miles de años.

El futuro, dicen, está en las grandes ciudades: interconectadas, inteligentes, dinámicas. Espacios que facilitan, impulsan y maximizan la innovación y el progreso, lo cual redunda en calidad de vida. Todos sabemos, en cambio, que las grandes concentraciones también conllevan incomodidades: contaminación acústica y ambiental, estrés y prisas, coste de vida mayor, menos espacio libre, ausencia de espacios verdes, etc. Cada cual podría confeccionar su propia lista. Entonces, ¿es verdad que el futuro pasa necesariamente por las megaciudades? ¿Serán ellas las únicas capaces de albergar innovación pata negra? ¿O hay alternativa?

Lo cierto es que la tendencia histórica de las ciudades ha sido ir a más, aunque hayan vivido tiempos menos propicios. En Europa, por ejemplo, la caída del Imperio Romano se llevó las ciudades por delante, en gran medida, hasta la Revolución Industrial. Y Roma tenía aproximadamente 1 millón de personas en el año 50 D.C., convirtiéndose en la capital del mundo. Alejandría o Babilonia le precedieron. Le sucedieron Londres, Nueva York y Shanghái. Con todo, hace algunos años que más de la mitad del mundo reside en las ciudades, así que podemos afirmar que sí es una tendencia global.

 

Las ciudades en el año 50 DC

1. Las ciudades en el año 50 DC, según estudio de KPMG. Fuente: visualcapitalist.com

¿Se replica esta tendencia en los países punteros? EL Global Innovation Index (GII) puntúa el desempeño de los países en cuanto a innovación, atendiendo a una amplia gama de factores (política, economía educación… y hasta sistema agroalimentario). 2017 deja a la cabeza a Suiza en este índice sintético de la innovación (GII), ocupando el 2º puesto en el índice de desarrollo humano (IDH). En el país alpino, casi un tercio de la población se aglomera en las áreas metropolitanas de Zurich y Berna. Segundo en el GII queda Suecia (14º en IDH), con idéntica proporción de aglomeración alrededor de Gotemburgo y Estocolmo. En EEUU, que andan más holgados de espacio que en la vieja Europa, la mitad de la gente vive en ciudades mayores de 50.000 habitantes, captando las diez mayores un 10% de la población. Los yankees se sitúan 4º en el GII (el tercero era Holanda, pero me lo he saltado para evitar ser ventajista) y 11º en IDH.

 

Ranking Hill 2017

2. Ranking GII 2017. Fuente: GII

 

Pues sí que parece que los países que construyen el futuro tienden a organizarse en torno a unas pocas ciudades. ¿Y España? Hay que bajar la mirada, y la cabeza, hasta el puesto 28 en GII, y el 27 en IDH. Alrededor de Madrid y Barcelona se asienta una proporción de población menor que en los anteriores países, concretamente un 25%. Entonces, ¿es necesaria esa centralización poblacional y de recursos para potenciar la innovación y en consecuencia el bienestar?

Empecemos por casa. El plan estratégico actual de la Diputación de Gipuzkoa contempla en varios puntos, y desde distintos enfoques, lo que llaman “equilibrio territorial”. Entendamos por equilibrio territorial que las distintas comarcas estén adecuadamente dotadas y conectadas, manteniendo en todas ellas una calidad de vida razonable, evitando que las zonas menos pobladas pierdan atractivo frente a los centros neurálgicos. Si ojeáis el presupuesto foral, veréis que hay unas cuantas partidas que directa o indirectamente están dedicadas a equilibrio territorial. De hecho, el organigrama de la Diputación Foral de Gipuzkoa incluye una Dirección de esta área. Preservar dicho equilibrio debería permitirnos, en teoría, equilibrar y repartir el consumo de los recursos (alimentación, electricidad, agua…), estropear menos el medio (ríos, playas, monte, generación de desperdicios), conservar el patrimonio (artístico y cultural) y llevar una vida menos ajetreada. “Hiri handiak ez dira onak haurrak edukitzeko”, decía un compañero de trabajo el otro día, dando a entender que era mejor vivir en Zarautz que en Donostia para tener hijos.

Bien, no vivir en los núcleos urbanos puede ser más sosegado y, en ese sentido, procurar calidad de vida. Pero, ¿están reñidos esos municipios menores con una innovación puntera? Por un lado, la innovación en un sentido amplio sí puede requerir de espacios adecuados para crear, compartir, colaborar, desarrollar determinadas actividades, investigar, conocer personas/experiencias, etc. La gran ciudad como proveedora de servicios (desde espacios físicos hasta fuentes de financiación) sí que puede ser en este sentido fundamental en el desarrollo de determinados proyectos de innovación.

Sin embargo, no cabe duda de que el factor eficiencia es determinante y, por tanto, es complicado que Idiazábal (el pueblo, no el queso) tenga estación del AVE o un megacentro de desarrollo tecnológico equivalente a los de la NASA. Esto, que resulta de sentido común, presenta para mí una contradicción: y en que el avance tecnológico debería precisamente de restar importancia a la proximidad física. En ese sentido, hoy es más posible que nunca formar un equipo de trabajo eficaz con un polaco, un inglés y un portugués desde Idiazabal, Gaintza, Orexa o Baliarrain, por mencionar algunos de los pueblos más pequeños de Gipuzkoa. Cada cual en su casa. Las empresas colaboran, trabajan, compran y venden de manera global (véase la evidencia existente sobre los Campeones Ocultos y compañía).

En una era en la que todo está virtualmente cerca y conectado, la tendencia analógica a aglomerarlo todo plantea una gran contradicción.

 

Red AVE en España.

3. Red AVE en España. Fuente: 20minutos.

 

Veo factible mantener cierto equilibrio territorial a la vez que se avanza en altos estándares de innovación, competitividad y bienestar. Laboralmente, mi padre pasaba mucho más tiempo viajando de lo que lo hace su sucesor, la sede en España sigue en un municipio pequeño y la empresa está hoy mejor posicionada. Así que me mojo: sí hay alternativa a las megaciudades, aunque requiera cierto esfuerzo (equilibrio territorial). De alguna manera, podríamos estar hablando de innovar en el concepto de ciudad del futuro. Pero lo dejamos para un análisis posterior.

Entonces, ¿por qué la gente tienda todavía a irse a vivir a Londres o Madrid? ¿Lo hacemos porque conscientemente valoramos una mayor calidad de vida y vanguardismo? Si tampoco se vive tan bien en las megaciudades. Y sin embargo ahí estábamos, Julen y Julen, dándonos un abrazo en el laberinto de hormigón de la Meseta, en lugar de manteniendo esa misma conversación en nuestra Irún natal.

Probablemente no es una decisión tan racional. Es guay ir a esos lugares, experimentarlos, perderse entre la gente. Sin embargo, mucha gente se cansa de las contradicciones asociadas a vivir en las grandes ciudades. Creo que viviremos cierto éxodo de las grandes urbes a municipios de tamaño muy inferior en las próximas décadas, especialmente con la caída de la proporción de jóvenes.

Por último, social y personalmente, como decía un amigo, deberíamos elegir dónde vivir en función de dónde estemos más a gusto, y no empleando una mera matemática financiera. A fin de cuentas, hiri handiak ez dira onak haurrak edukitzeko.

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3 Respuestas

  1. Julen, interesante post! Y estoy contigo. Existen muchas contradicciones entorno a las megaciudades y no creo que la innovación y el emprendimiento se tenga que «recluir» en ella. Cada vez más gente de mi entorno se está volviendo «para arriba» a vivir desde Madrid, Barcelona y ciudades como París, Londres o Berlin, porque no sólo están cansados de la gran ciudad, sino que echan de menos algo más cómodo, donde ganar en calidad de vida en la medida de lo posible. Lo malo, que vivir en un Donosti o Zarautz, en mi caso, no está nada fácil en cuanto al tema de la vivienda, pero eso, ya sería tema para otro post ; )

    • Julen Escalero dice:

      Ruth! Efectivamente, es otro análisis (muy interesante, por cierto) sobre valor-vivienda, especulación-suelo, coste del transporte, modelo de ciudad… ¡Igual podemos pensar algo juntos! Me alegro de que te haya gustado 🙂

  2. Darius López dice:

    Julen, interesante reflexión. Para tener en cuenta: la innovación requiere condiciones de atractividad en personas, empresas y ecosistemas de negocio, las cuales en ocasiones se encuentran en la ciudad, en otro casos será necesario crearlas. El punto de vista que propone Ruth me parece muy válido y está alineado con el concepto de slow cities, donde la calidad de vida es fantástica y están dotadas de todos los productos y servicios que coadyuvan al proceso innovador.
    Sin embargo, la sensación de vivir en la ciudad es única (París, Lóndres, Berlín, Buenos Aires, Bogotá, México) ver los rostros de las personas, entender el porque de los negocios, visualizar las aglomeraciones empresariales, reconocer la cultura y el potencial de innovación de sus habitantes. Innovación y ciudad están fuertemente correlacionados, apoyados en nuevas tecnologías pueden reducir distancias pero pueden alejar a las personas al contacto con el mundo real, el cual es vital para innovar.

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