3 de domingo, XVIII del tiempo ordinario
En medio de un mundo desilusionado, marcado por la prisa y la acumulación, hoy miles de jóvenes culminan una gran peregrinación celebrando la eucaristía del jubileo “Peregrinos de la esperanza”. Entre ellos, están también los nuestros, con camisetas que proclaman lo que el corazón sabe: que no caminamos solos. La imagen que acompaña este texto es solo un instante, pero revela una certeza compartida.
El Evangelio nos recuerda que la vida no se mide por lo que poseemos, sino por la capacidad de vivir abiertos a lo que importa. La codicia encierra; la esperanza abre. Frente al afán por controlar el mañana, resuena la advertencia de Jesús: la verdadera riqueza no se guarda, se comparte.
Tratemos de aprender a ser enriquecidos por lo vivido, por quienes caminan a nuestro lado, por la promesa que arde en lo profundo. Que sepamos construir juntos, no graneros, sino lazos. Porque, en el fondo, lo que nos sostiene no es lo que tenemos, sino en quién confiamos. Feliz domingo.

Que buema reflexión. Comparto lo que tengo confiando en Él!