Lecturas 18 de junio, viernes , Sagrado Corazón de Jesús
Se da por concluido el estado de alarma: Hoy es un día diferente. Apenas llevamos 12 horas de haber estrenado la “nueva normalidad”. Quisiera llamar tu atención al modo de comunicar hace unos días una noticia tan importante como esta: 1) “Poned atención y escuchad; tengo algo importante que deciros”; 2) “se acaba de hacer público que…”; 3) “a partir de ahora, el que quiera puede…” Estas tres expresiones evocan las tres fases comunes a otros muchos anuncios. Primero, se prepara a la audiencia, luego se informa del contenido y, para terminar, se apuntan algunas consecuencias. Esta estructura ayuda al anuncio de que se acabó “el estado de alarma” y a tantos otros anuncios.
Esta estructura también sirve para interpretar el evangelio de hoy. Primero, Jesús exclama ante sus discípulos que Dios se ha expresado, que ha manifestado su voluntad. Segundo, Jesús viene al grano y desvela que el Plan de Dios ni de lejos se parece a lo que nos temíamos: será mucho mejor de lo que nos cabía esperar, dijeran lo que dijeran Juan Bautista o los fariseos. Tercero, el evangelio concluye proponiendo que acudamos a Jesús para comprobar.
Este simple análisis se enriquece en los detalles. Primero, el evangelio comienza con una bendición. El gozo de Jesús y no los gritos es aquello que atrajo la atención de sus discípulos: Jesús exulta de júbilo. Segundo, el evangelio continúa con la revelación del misterio: dice que Dios es un “Padre” especial y que este “Padre” confía plenamente en su Hijo predilecto. Caer en la cuenta de esto es a lo que el evangelio llama Sabiduría. En efecto, Jesús menciona demasiadas veces al Padre, al menos cinco veces en tan solo tres versículos, para pensar que otra palabra como “corazón” pueda ser el contenido de su mensaje. Tercero, el evangelio concluye con una invitación: Jesús explica por qué invita a los cansados por el trabajo y a los agobiados por las expectativas, porque su anuncio es para Marta y para María.
Resumiendo, este pasaje consiste en un desvelar cómo es Dios: básicamente Jesús se muestra a sí mismo y nos dice cómo es su Padre. Al hacerlo nos deja una evidencia extraordinaria: chequead, testead, comprobad cómo es mi corazón. Eso es precisamente lo que un discípulo hizo yendo a reclinar su cabeza sobre el pecho de Jesús. Y los latidos que escuchó fueron esto: manso y humilde. Así también es el corazón de Dios.