Pandemia, enfermedad, virus, contagiados,.. son palabras que aluden sin duda a una situación de salud. Hoy parece que toda la vida la ocupa el famoso coronavirus COVID19. Pero no toda la vida es la enfermedad a pesar de que la limite y la condicione mucho. El ser humano es capaz de mirar más allá, es capaz de ser creativo, somos capaces de ser mucho más comunitarios cuando más individualizdos estamos, somos capaces de cantar, de bailar, de hacer deporte, de encontrar paciencia donde no la había. Y ahí vemos que la vida va mucho más allá que la enfermedad.
Lecturas: martes 24 de marzo (4ª semana de Cuaresma)
Jesús se encuentra con un enfermo en la piscina de Betesda, que era un lugar donde los fieles esperaban milagros como lo esperan algunos en Lourdes. Para curarse tenían que esperar a que se removiesen las aguas y entonces meterse en la piscina. Y en ese contexto el enfermo del Evangelio nos muestra una situación absurda, porque durante años esperaba el milagro, pero cuando se diera él no iba poder alcanzar la piscina. Era como si uno esperara que le toque la lotería sin comprar el boleto. Es Jesús quien le saca de esa situación absurda, por una parte con el signo de la curación, pero por otra le pone de nuevo en camino (echa a andar).
A veces pienso que hay situaciones personales y sociales que se representan en la absurda situación de este enfermo. Nos bloqueamos en la vida y la cosa no va ni adelante ni atrás, y seguimos esperando algo de algo que no podrá ser. La fe en Jesús es una fe que moviliza, justo todo lo contrario al quedarse parado y atascado. Ojalá este tiempo de confinamiento sea una ocasión de encontrarnos con ese Jesús que nos moviliza, primero por dentro para que después nos mueva por la vida.