De paso
Por Asun Ibáñez
En su libro “La Sabiduría de Vivir“, José María Toro escribe: “Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja. Ahora, sin embargo, me doy cuenta de que ninguna hoja ‘se cae’ sino que, llegado el escenario del otoño, inicia la danza maravillosa del soltarse. Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al desprendimiento. Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: […] La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja […] Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que ‘se dejan caer’ […] El viento no es quien provoca la caída sino quien sostiene y prolonga la coreografía […] Gozarás de la vida sabiendo que la tienes sin poseerla, dejándola correr sin apegarte a nada […] Vivir es estar de paso”. Y, este final, trae a mi cabeza una canción de mi admirado Luis Eduardo Aute que nos dejó hace poco y a quien tuve el gusto de conocer en persona para confesar unos “besos inconfesables” (así estarás tú siempre en todxs nosotrxs, como una vocecilla tarareando en nuestras cabezas tus bellas canciones): “[…] Solo morir permanece, como la más inmutable razón, vivir es un accidente, un ejercicio de gozo y dolor […] La ciencia es una estrategia, es una forma de atar la verdad, que es algo más que materia, pues el misterio se oculta detrás…”.
Durante estos meses de completo confinamiento (al duro me refiero, al que no permitía salir de casa), que probablemente muchas personas hayáis vivido como algo horrible, yo tengo que reconocer que, para mí, han sido un regalo. Obviamente, soy consciente de que puedo decir esto porque he sido una privilegiada, y doy gracias cada día por ello, ya que nadie de mis personas queridas han estado enfermas, todas mantenemos nuestros puestos de trabajo, tengo acceso a las TIC y una casa con terraza que me ha permitido disfrutar de espacio suficiente para todas las personas que hemos convido juntas y poder “airearme”.
Digo que ha sido un regalo porque hemos estado juntxs mi marido y yo (trabajando en remoto espalda con espalda en nuestro despacho de casa, seguro que más de unx le habéis visto cuando hemos conectado por meet), mi sobrina haciendo en la cocina el TFG de su último curso de la carrera de fisioterapia, y mi hija ocupando el salón con sus clases de danza contemporánea de la Northen School of Contemporary Dance de Leeds.
Desde por la mañana temprano cada unx nos poníamos con nuestros trabajos y tareas académicas y profesionales. Como ha hecho bastante buen tiempo, casi todos los días comíamos juntxs en la terraza con conversaciones profundas e interminables de temas apasionantes. Reservábamos una hora al día para hacer ejercicio y momentos de descanso tumbadxs al sol, de nuevo compartiendo conversaciones, lecturas o juegos de mesa. Conectábamos casi todos los días con mi hermana que vive con mis padres y amona (por eso estaba su hija con nosotrxs, para protegerle a ella, de 93 años, de cualquier peligro de contagio, ya que mi sobrina venía de estudiar en Barcelona). Cada uno teníamos asignadas las tareas de hacer la comida, poner la mesa, fregar… y los sábados por la mañana… ¡¡zafarrancho de combate!! con limpieza general, lavadoras y compra. Hemos cocinado juntxs nuevas recetas, celebrado dos cumpleaños en remoto, hemos sacado fotos y vídeos graciosos con los que nos hemos desternillado de risa, nos hemos abrazado, visto “el conquis” con un bol de palomitas, …
En casa había calor humano (a veces olor a tigre también), había desorden y más suciedad que de costumbre, pero nada de eso me ha molestado. Mientras trabajaba jornadas interminables frente a mi ordenador, sabía que lxs demás estaban en la habitación de al lado, sanxs y salvxs, con “sus cosas”. He saludado a lxs compañerxs de mi hija y sobrina cada vez que me he topado con ellxs haciendo una videollamada y ellas han aparecido, sin querer, en alguna de mis reuniones o clases. Hemos sido figurantes de vídeos que tenía que hacer mi hija para un trabajo de clase o para las fotos del TFG de mi sobrina. En la fase en la que se podía (no me preguntéis cuál porque he tenido un lío con esto…) hemos paseado juntxs (primero de 2 en 2 y luego todos juntos; primero paseos a 1 km y luego salidas al monte).
Y, ahora, mi sobrina ha vuelto a su casa, mi marido empieza a trabajar presencialmente, las clases de la universidad de mi hija acaban, todxs salen con sus colegas, planifican una salida o viaje en verano… volvemos a intentar volver a la famosa “nueva normalidad”. Ojalá que en septiembre mi hija pueda volver sin peligro a su universidad y, entonces, volveremos a estar solxs mi marido y yo en una casa limpia y ordenada en la que, en cada rincón, habrá un recuerdo de lo que vivimos juntxs, de las confidencias hechas, de los sueños construidos, de las canciones bailadas, de los miedos expresados, las risas y los llantos, las miradas cómplices, un pedacito de cada unx de nosotrxs…
“Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: […] La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja […] Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que ‘se dejan caer’ […] El viento no es quien provoca la caída sino quien sostiene y prolonga la coreografía […] Gozarás de la vida sabiendo que la tienes sin poseerla, dejándola correr sin apegarte a nada […] Vivir es estar de paso”. De paso.
Y, en esas estoy yo, dejando ir… Desprendiéndome, sabiendo que la primavera llegará con nuevos brotes.
EPÍLOGO: Te invito a hacer este ejercicio de lo positivo que ha podido tener para ti esta dura situación que nos ha tocado vivir y que, de ahí, extraigas aprendizajes que, sumados a los aprendizajes de todxs nosotrxs nos permitan NO volver a la antigua normalidad que fue la que nos trajo donde estamos (presionar nuestros ecosistemas, consumir sin poner consciencia, descuidar al medio ambiente y a las personas más vulnerables, criar animales en pésimas condiciones, votar a políticos corruptos, permitir injusticias y desigualdades,… en definitiva, alimentar con nuestros actos y omisiones la perpetuación de un sistema que hacía agua por todas las esquinas). Nos permita tener una nueva primavera, más frondosa, si cabe, que las anteriores.
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