Lo difícil de marcharse siempre será regresar
Por Nerea Martinez de Antoñana, iNNoVaNDeR 12G
Dicen que las decisiones más importantes son las que marcan “un antes y un después». Yo decidí irme de Erasmus y aquí os cuento mi pequeña gran historia. Norteamérica siempre me había llamado la atención, razón por la que seleccioné Canadá en primer lugar. A diferencia de eso que se dice de que “la experiencia comienza cuando llegas al país”, yo opino que comienza mucho antes. Justo en el momento en el que tienes que rellenar todos los papeles, aplicar a las universidades y hacer los exámenes de idiomas. No eres consciente de que realmente te vas hasta que te dan la plaza, y ahí es cuando te das cuenta de lo acostumbrados que estamos a estar en nuestra zona de confort, y de que irte a otro país no es salirse un poco de esa zona, sino que es romper por completo con la comodidad y la rutina que sabríamos seguir hasta con los ojos cerrados. Pasan las semanas, vas viendo cómo se acerca la fecha y de repente, te ves en el avión con una pantalla que marca las 8 horas y media de vuelo que tienes por delante.
15 de agosto, 5 y media de la mañana, aeropuerto de Loiu, terminal 1, aquí comenzó mi experiencia. Llegué al aeropuerto de Toronto sola, con mi maleta, y sin tener muy claro dónde tenía que ir. Aquí fue donde comenzó realmente mi aventura y gané consciencia de mi decisión. Un país nuevo, otro idioma, todo desconocidxs… pero mucha ilusión por ver qué me deparaba esa nueva etapa. Lo cierto es que ésta ha supuesto todo un vuelco en mi vida, la personal y la profesional, pero ahora que ha pasado un tiempo, soy capaz de discernir qué momentos fueron los más importantes. Más allá de las dificultades con los temas académicos y de lo que siempre se comenta, yo quiero hablar de otros temas que para mí han supuesto todo un reto pero que me han marcado en esta experiencia. No quiero decir con esto que la universidad haya sido sencilla para mí -nunca había estudiado en este idioma y al mismo nivel de exigencia que el alumnado nativo-, pero como de eso ya se ha hablado mucho antes, yo quiero centrarme en algo diferente.
Sin pasar a desgranar todos y cada uno de los detalles, que harían que esto en vez de un post fuera una temporada de Juego de Tronos (nótese la ironía por aquello de Winter is Coming y Canadá), para mí lo más difícil fue lo que comúnmente se conoce como “buscarse la vida”. No tener a nadie a quién recurrir, no poder contar con alguien que pueda ayudarte con algo tan sencillo como puede ser encontrar un supermercado abierto cerca de casa. Pero eso no es lo más complicado. Lo realmente duro es adaptarte a ese nuevo estilo de vida, aprender a valerte por ti misma. Cuando comienzas a vivir en una nueva ciudad piensas que eres una persona independiente, pero eso no es del todo cierto y es en estos momentos en los que te das cuenta de lo mucho que dependes de otras personas. No quiero parecer tremendista diciendo esto, aunque sea complicado aprender a cambiar ese hábito, esta experiencia también constituye una gran ocasión para el aprendizaje.
Realmente, a pesar de todo, la movilidad es una experiencia única que merece totalmente la pena. Llegué a Canadá sola, pero me llevé a muchísimas personas que me enseñaron tanto como el mismo país. Allí me abrí a diferentes visiones, diferentes religiones y diferentes costumbres y culturas, conocí a personas que se salían totalmente de todo lo que había conocido antes y a algunas de ellas, estoy convencida de que, incluso las tendré ahí para toda la vida. Te das cuenta de que no es tanto el lugar, sino las personas que hay en él. Y al final te ves en un bar con personas de Francia, Alemania, Italia, Inglaterra, Rusia, Chipre, Estados Unidos, Finlandia o de tu mismo país, debatiendo cuál será el próximo destino al que ir todxs juntxs. Esos son los momentos de los que realmente te acuerdas cuando han pasado unos meses. Y qué bonito recordarlo y saber que puedes mandarles un mensaje, y que independientemente de dónde se encuentren físicamente, están -que no es poco-.
Y ahora, seis meses, once viajes, -25 grados y mil anécdotas después, toca volver. Supongo que cada persona afronta la vuelta de una manera diferente, pero la mía la resumiría en cuatro palabras “estoy en una burbuja”. Es evidente que salir fuera de tu casa, de tu ciudad, de tu entorno y de tu zona de confort supone un gran cambio, pero cuando vuelves, lo único en lo que piensas es en lo bien que estabas allí. Sin embargo, todo pasa y todo cambia, y la forma en la que decides afrontar ese nuevo cambio es lo que te va a hacer avanzar o retroceder. Yo podía haberme centrado en las dificultades y haberme estancado en esa situación, pero decidí sacar el máximo provecho de mi experiencia y ahora soy una persona diferente.
Este último sprint que me queda por delante antes de graduarme me lo voy a tomar con otra mentalidad. En Canadá me he dado cuenta de que somos un país que vive en constante estrés y agobio por todo. Siempre queremos tener controlado lo que vamos a hacer y lo que va a pasar, y el hecho de que no podamos tenerlo todo bajo control (o al menos todo aquello que quisiéramos tener bajo control), nos obliga a vivir deprisa y sin pensar en el presente. Después de estos meses soy consciente de esto y de tantas otras cosas que me han hecho volver como una persona renovada con una actitud diferente ante la vida. Al fin y al cabo, dicen que las decisiones más importantes son las que te marcan “un antes y un después» en algún momento de tu vida. Y, sin ninguna duda, este ha sido mi “antes y después”.
¡Hola! Estoy pensando en mudarme fuera de España, hace tiempo que me atrae muchísimo la idea de un cambio así. Este post me ha resultado muy inspirador 🙂 Me encanta leer consejos y experiencias de otros viajeros, ir aprendiendo de la historia de otros es muy enriquecedor.
Enhorabuena por este blog <3 ¡Un abrazo!
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La sensación de romper con la zona de confort es única wordle y desafiante, pero también es el catalizador de un crecimiento personal significativo.