21 de mayo, Miércoles V de Pascua
Vivimos algo desconectados y, en medio de tanto ruido externo e incertidumbre, no siempre resulta fácil conectar con una alegría auténtica.que a menudo la confundimos con el entretenimiento o con una satisfacción fugaz. Sin embargo, seguimos buscando algo que nos llene por dentro y permanezca.
La alegría plena no nace del capricho ni de la euforia, sino del vínculo profundo con el amor recibido y compartido. Es fruto de permanecer fieles al Evangelio, aquello que nos humaniza y nos hace bien. Solo ahí se arraiga una alegría que no depende del vaivén de los días.
Hoy podríamos mirar en qué raíces estamos apoyando nuestra alegría. Dejémonos podar de lo superficial y cultivemos lo que nos conecta de verdad. Solo así, paso a paso, nuestra alegría podrá llegar a ser plena.
