Lecturas 25 de junio, Jueves XII semana del tiempo ordinario
Es muy típico de nosotros invocar a algo para que se haga presente. Lo hemos visto en la pandemia, donde había responsables que decían que había respiradores y EPIs, pero aquellos que los necesitaban no los tenían. En nuestra vida personal a veces también nos pasa lo mismo.
Jesús nos advierte de este peligro de decir palabras sin que le acompañen los hechos. Probablemente sea uno de los rasgos que distinguieron a Jesús, que hacía lo que decía. La coherencia probablemente sería uno de los rasgos que distinguieron a Jesús en su tiempo por lo que la gente respetaba su autoridad.
Nuestras incoherencias personales y comunitarias son muy habituales, pero el problema es que somos inconscientes de las mismas. Cada uno nos creemos que somos coherentes y consistentes con nuestro discurso, pero ahí está la realidad para fastidiarlo. Ignacio, que era un gran conocedor de sus fragilidades, nos invita a que estemos atentos, a que examinemos nuestra vida para que nos despistemos y que la distancia entre lo que decimos y hacemos sea cada vez menor.